UCAB | GHAZAL Jorge |
Educación, mención Filosofía |
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Síntesis Filosófica |
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RODRÍGUEZ Julián | Los Teques, 17/06/2009 |
TESIS Nº 20
Tesis: El diálogo es condición necesaria para el planteamiento de una moral.
Esta tesis está enmarcada en la línea de la ética discursiva, porque se quiere plantear o descubrir una moral a partir del diálogo. Este diálogo es entendido no en el sentido existencialista del encuentro del “yo” con el “tú”, sino como el discurso oral que emprenden las personas humanas para el logro de una comunicación y un entendimiento recíproco; todo esto con el fin de lograr un consenso acerca de algunos mínimos de carácter universal y objetivo en cuanto a las normas y valores que puedan tener los diferentes grupos humanos.
Precisamente, la ética discursiva recibe ese nombre en razón de que con ella se intenta fundamentar un principio ético en las argumentaciones. La especificidad de este planteamiento consiste en que las cuestiones éticas son llevadas al ámbito de una teoría de la argumentación, pues sólo en tal ámbito se puede dar cuenta del punto de vista moral. La tesis de la ética discursiva versa sobre el hecho de que las normas de la acción sólo pueden considerarse justificadas si ellas satisfacen el criterio del principio de universalización ("U"): las normas pueden considerarse válidas cuando pueden ganar el reconocimiento de todos los afectados, esto es, cuando sus consecuencias pueden ser queridas realmente por todos lo afectados porque satisfacen intereses generalizables.
Ante la diversidad y la pluralidad propia de estos tiempos, la ética discursiva se presenta como una vía para llegar a un consenso partiendo del diálogo, el cual es una de las manifestaciones más evidentes del carácter racional de la persona humana.
En un primer momento se trataran de definir los términos claves para la comprensión y la posterior defensa de esta tesis. Luego, se postularan algunas filosofías y pensadores que están en contra de la misma, y otros que están a favor. Por último, se hará el desarrollo de la tesis, en donde se postularan los principales argumentos para defender esta tesis que está enmarcada en la línea de la ética discursiva o dialógica.
- Palabras o términos claves
El diálogo (del gr. διά (diá, a través) + λόγος (logos, palabra, discurso) es una modalidad del discurso oral y escrito en la que se comunican entre sí dos o más personas, en un intercambio de ideas por cualquier medio, directo o indirecto, natural o artificial.
Un diálogo puede consistir desde una amable conversación hasta una acalorada discusión sostenida entre los interlocutores, y es empleado en géneros literarios como la novela, el cuento, la fábula, el teatro o la poesía.
Según el diccionario electrónico Herder, el diálogo versa sobre la discusión organizada mediante preguntas y respuestas entre individuos interesados por una misma cuestión que se intenta precisar, y respecto de la cual se pueden mantener inicialmente puntos de vista distintos. En tanto que supone la participación de varios, el diálogo será concebido en la antigüedad como el medio propio de expresión del logos que, siendo común a todos los seres racionales, se desarrolla a través de los que confrontan sus logos particulares en él.
Según el “Diccionario de Filosofía” de Ferrater Mora, el diálogo ha sido con frecuencia una forma de expresión filosófica o científico-filosófica, sobre todo en la época antigua. En la época contemporánea se ha manifestado bastante interés por las cuestiones de índole “dialógica”. La mayor parte de los autores que se han ocupado del problema de la comunicación en sentido existencial y del llamado “problema del otro” se han referido asimismo a la cuestión del diálogo.
En lo que respecta al planteamiento de esta tesis que va en la línea de la ética discursiva, se entenderá el diálogo como una modalidad del discurso oral o escrito en la que se comunican entre sí dos o más personas, en un intercambio de ideas por cualquier medio, directo o indirecto, natural o artificial.
Se refiere a la condición que hace suponer que, si no se produce determinado acontecimiento, no es posible que se produzca otro determinado acontecimiento. Según la lógica, B es condición necesaria de A. Por tanto, siempre que A es verdadero debe serlo también B; o bien, si B no es verdadero tampoco puede serlo A.
Aplicado a la tesis en cuestión significa que si hay diálogo entonces hay una moral; o, en sentido negado, si no hay moral entonces no existe un diálogo verdadero.
Según el “Diccionario de filosofía” de José Ferrater Mora, moral deriva de mos, “costumbre”, lo mismo que ética, y por eso ética y moral son empleados a veces indistintamente. Sin embargo, el término moral tiene usualmente una significación más amplia que el vocablo “ética”. La moral versa sobre la praxis humana, sobre sus costumbres; en cambio, la ética es la reflexión teórica sobre esa praxis. Las ciencias morales comprenden los mismos temas y objetos que las ciencias del espíritu.
Según el diccionario electrónico Herder, la moral se define como el conjunto de normas, usos y leyes que el hombre percibe como obligatorias en conciencia. Su estudio es objeto de la ética. El lenguaje moral recurre a la función del lenguaje conocida como «apelativa», prescriptiva o imperativa, y así se dice que el discurso moral o el lenguaje moral es un discurso prescriptivo. Las principales manifestaciones de este tipo de discurso son los imperativos, las normas y las valoraciones, o juicios de valor. El estudio de las características del discurso moral es una cuestión de metaética, entendida como metalenguaje que trata de los requisitos que ha de cumplir un lenguaje moral.
Se denomina "Moral" o "Moralidad" al conjunto de creencias y normas de una persona o grupo social determinado que oficia de guía para el obrar, es decir, que orienta acerca del bien o del mal — correcto o incorrecto— de una acción. Reglas o normas por las que se rige la conducta del hombre en relación con Dios, con la sociedad y consigo mismo. Este término tiene un sentido positivo frente a los de inmoral y amoral, que lo tiene negativo. La existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral se fundamenta en el hombre como sujeto de actos voluntarios. Por tanto, la moral se relaciona con el estudio de la libertad y abarca la acción del hombre en todas sus manifestaciones.
La "moral" no acarrea por sí el concepto de malo o de bueno. Son, entonces, las costumbres las que son virtuosas o perniciosas.
Los conceptos y creencias sobre moralidad son generalizados y codificados en una cultura o grupo y, por ende, sirven para regular el comportamiento de sus miembros. La conformidad con dichas codificaciones es también conocida como moral y la civilización depende del uso generalizado de la moral para su existencia.
- Posturas en contra
Las posturas en contra de la tesis se pueden esbozar en dos líneas de pensamiento: por un lado, los planteamientos morales que fundamentan la ética en el telos o los fines, porque si lo que se busca es el fin, no va a importar el medio que se utilice para el logro del mismo. Una vez que se tiene como meta un fin determinado, no existe posibilidad de ningún tipo de consenso, por lo tanto, el diálogo vendría a ser irrelevante.
Por otro lado, las posturas contextualistas y relativistas que están en contra de una ética del discurso por considerarla, en cierta medida, utópica al querer hacer de la ética una ciencia universal y olvidar la razón práctica y el diálogo no consensuado que puede existir con la alteridad o diferencia que existe con el “otro”. Entre estos autores se pueden citar: Jean-paul Sartre y Gadamer.
Jean Paul Sartre
Para Sartre el hombre es un ser libre: no es una cosa existente del mundo, sino un yo constantemente por hacer, condenado a hacerse y, por lo mismo, a ser libre: la libertad no es una cualidad de ningún sujeto, sino el mismo hacerse de la conciencia humana; más que “ser” el hombre es “hacerse” y no se es nada que no se haya elegido. Por eso mismo el hombre es fundamento de todos los valores, cuya existencia decide. Obligado el hombre a decidir lo que es y a decidir el sentido que da a las cosas y al mundo, no puede por menos de experimentar la angustia que nace de esta responsabilidad consustancial a la estructura misma de la conciencia.
Para este pensador el hombre no tiene esencia que preceda a la existencia, por el contrario, la existencia precede a la esencia. El hombre no es más que lo que hace de sí mismo, por tanto, no existe una naturaleza humana. Más aún, no existe una esencia metafísica que venga de Dios y que pueda funcionar como norma o valor ideal, ya que Dios no existe. No existen, por tanto, ni verdades ni valores predeterminados, ya que todo depende de la libertad humana: la libertad es el único fundamento de los valores, y nada, absolutamente nada, justifica la adopción de un valor o escala de valores.
Con ese planteamiento, Sartre, está otorgando un carácter subjetivo a los valores, lo que implica que su postura tiene una tendencia subjetivista y relativista que se contrapone a la búsqueda de los mínimos necesarios, objetivos e universalizables que busca la ética del discurso.
Por otra parte, para Sartre, la esencia de las relaciones interpersonales es el conflicto, ya que el “otro” es el infierno. El “otro” es aquel que aparece siempre y en todas partes como aquel que ocupa una parte de mi espacio, impidiéndome la expansión y la realización: es el obstáculo para mi libertad.
Esta manera de pensar al hombre y su dimensión intersubjetiva le pone trabas a la posibilidad del diálogo entre las personas; y el diálogo es el principio fundamental para que se logre la ética del discurso.
Hans Gadamer
Para Gadamer el medio de toda comprensión es el lenguaje, y toda comprensión es necesariamente un proceso lingüístico. El lenguaje no es un mero instrumento del pensamiento, sino que es constitutivo del mundo del hombre y dimensión fundamental de su experiencia. Lenguaje, comprensión y experiencia del mundo mantienen una estrecha relación, y es en el lenguaje donde se revela la significación del mundo. De esta manera, Gadamer puede decir que el lenguaje es el que permite que los hombres tengan mundo, o que la existencia del mundo humano esté constituida de forma lingüística. De ahí, en la línea de las investigaciones iniciadas por Heidegger, Gadamer concluye la identificación de ser y lenguaje, dando lugar a su giro ontológico de la hermenéutica: «el ser que puede llegar a ser comprendido es el lenguaje».
Gadamer se opuso fuertemente a hacer de la ética un lugar donde se alojen valores universales. Afirmó que es imposible, absurdo, inverosímil y quimérico considerar un valor como norma universal, ya que para esto hay que entrar en un diálogo en el cual nunca se llega a un acuerdo o consenso como se pretende en la ética del discurso. En las normas morales que se dan en la razón práctica, la persona decide de acuerdo a las circunstancias que se presenten en el diario vivir, y puede ser que hoy tenga la razón y que mañana el otro asuma que ella tenga la razón.
- Posturas a favor
Los principales exponentes o propulsores de la ética dialógica o ética discursiva son Jürgen Habermas y Karl Apel.
Jürgen Habermas
Para Habermas, la igualdad humana a que tiende toda la tradición del idealismo hegeliano y del materialismo histórico aparece exigida como situación radical y originaria del diálogo: en el diálogo de los seres libres y autónomos surge la idea. La situación real, sin embargo, el diálogo real en la sociedad, no manifiesta tal situación ideal; pero la comprensión de esta “situación ideal de diálogo” es el a priori del que hay que partir y algo que “todavía no” existe, pero que se percibe como lo único que posibilita la “vida buena” y que los sujetos humanos plenamente libres sean capaces de comprensión: de intersubjetividad. A la ciencia de esta intersubjetividad llama Habermas “pragmática universal”.
Habermas renueva la ética kantiana sustituyendo la solitaria “buena voluntad” por una “comunidad ideal de diálogo”, es decir, el individuo-conciencia por la comunidad-diálogo.
Al igual que Kant, Habermas considera que la ética debe buscar normas universalizables pero, a diferencia de éste, cree que la racionalidad moral no es monológica sino dialógica; es decir, los seres humanos no llegamos a la conclusión de que una norma moral es correcta individualmente sino a través del diálogo. Para averiguar si una norma es moralmente correcta, en lugar de someterla al test del imperativo categórico de Kant, Habermas propone someterla a un diálogo entre todos los afectados por la norma, el diálogo se convierte así en una búsqueda cooperativa de justicia y corrección de las normas.
Así pues, una norma sólo se declarará correcta si todos los afectados por ella están de acuerdo en darle su consentimiento porque satisface, no los intereses de la mayoría o de un individuo, sino los intereses universalizables. Por ello, el acuerdo al que se llegue no podrá ser un pacto estratégico, en el que los interlocutores se instrumentalizan recíprocamente para alcanzar cada uno sus metas individuales. Tendrá que ser un consenso o acuerdo comunicativo: el resultado de un diálogo serio en el que no se ha excluido a ningún afectado, en el que los participantes se aprecian recíprocamente como interlocutores válidos y en el que tratan de llegar a un acuerdo que satisfaga intereses universalizables. Mientras que la racionalidad que se utiliza en los pactos es una racionalidad instrumental, la racionalidad propia de los diálogos es comunicativa y tiene en cuenta los intereses de todos.
La ética discursiva de Habermas es, pues, una ética procedimental: el diálogo es el procedimiento para encontrar las normas válidas. Para elaborar su ética dialógica, Habermas parte de la ética kantiana pero se da cuenta de que el principio moral supremo según el cual hay que cumplir el deber por respeto al deber resulta imposible porque no tiene en cuenta los intereses de las personas. Para superar esta deficiencia, Habermas tiene en cuenta dos aspectos que no tuvo en cuenta Kant: las consecuencias de las normas y los intereses de los individuos.
Esto significa que la ética discursiva no quiere quedarse en ser una “ética de la intención” sino que quiere ser una “ética de la responsabilidad”.
Karl Apel
La filosofía de Apel es una reelaboración de la idea (de la filosofía trascendental) de Kant sobre la necesidad de un a priori a partir del cual se estructura el conocimiento, tanto teórico como práctico. Este a priori es, en Apel, no un rasgo estructural de la razón en cuanto pensamiento y sensibilidad, sino el supuesto previo de la “comunidad ilimitada de comunicación”, esto es, una comunidad de hablantes sometidos a unas mismas reglas éticas y epistemológicas que hacen posible, a modo de conditio sine qua non, el lenguaje comunicativo, la comprensión común de los enunciados, la ciencia, el pensamiento específicamente filosófico y, en general, cualquier acuerdo intersubjetivo. A este supuesto llega a través de lo que llama una “pragmática trascendental del lenguaje”, o consideración de todo lo que el lenguaje implica para los hablantes desde el momento en que éstos se atribuyen mutuamente una relación pragmática, en cuanto sujetos que intentan ponerse de acuerdo. Naturalmente, esta pragmática lleva a una ética de la comunicación o ética del discurso, que comparte con Habermas, desde el momento que, en última instancia, toda posibilidad de comunicación exige, no sólo una normativa, sino también la actitud moral de aceptar al otro como persona.
Según Adela Cortina, tanto Apel como Habermas comparten los siguientes aspectos:
- Toman como punto de partida de la reflexión filosófica no un hecho ontológico ni un hecho de conciencia, sino el hecho del lenguaje.
- Consideran el lenguaje desde la triple dimensión del signo, evitando la “falacia abstractiva” en que incurren los filósofos de la conciencia y los filósofos del lenguaje que atienden únicamente a la dimensión semántica y sintáctica, y reconocen el carácter unificador de la dimensión pragmática.
- No contemplan la dimensión pragmática empíricamente, sino trascendentalmente.
En lo que respecta a las discrepancias, se refieren al doble nivel de la ética: el de la fundamentación y el de la aplicación.
Nivel de Fundamentación:
Habermas se aproxima cada vez más a posiciones falibilistas y contextualistas; en cambio Apel mantiene una ética discursiva que proporciona una “fundamentación última” de la razón.
Apel diseña una arquitectónica de la razón, en la que el principio supremo es el principio moral (U), que es una versión dialógica del principio kantiano de universalización; mientras que, el principio supremo en Habermas, es el discurso moral y jurídicamente neutral, y que se especifica en un principio moral (U) y un principio de democracia, con lo cual la ética se integraría en una teoría del discurso.
Nivel de Aplicación:
Apel insiste en que hay una parte B de la ética, orientada por la idea de “responsabilidad”, una idea que paulatinamente se convierte en “corresponsabilidad”, por tanto, la ética discursiva se configura como una macroética de la corresponsabilidad, capaz de presentar una respuesta ética universal a los retos que universalmente desafían a los seres humanos: consecuencias de la ciencia y la técnica, globalización, multiculturalismo, construcción de una paz perpetua.
En cambio, Habermas considera que la ética no tiene más misión que la fundamentadora y que las cuestiones de aplicación y motivación competen a una teoría de la sociedad, a la educación e incluso a la familia.
Adela cortina
Sostiene, junto con Apel y Habermas, la racionalidad del ámbito práctico, el carácter necesariamente universalista de la ética, la diferenciación entre lo justo y lo bueno, la presentación de un procedimiento legitimador de las normas y la fundamentación de la universalización de las normas correctas mediante el diálogo.
Cortina considera que el recurso a la dimensión pragmática del lenguaje posibilita evitar las unilateralidades abstractas que se han presentado en el devenir histórico del hombre:
Ø Frente al cientificismo, que reserva la racionalidad para el saber científico-técnico, la ética discursiva amplía la capacidad de argumentar al ámbito ético.
Ø Frente al solipsismo metódico, propio de la filosofía de la conciencia de Descartes a Husserl, que entiende la formación del juicio y la voluntad abstractamente como producto de la conciencia individual, descubre la reflexión pragmática el carácter dialógico de la formación de la conciencia.
Ø Frente al liberalismo contractualista, que entiende la justicia desde un pacto de individuos egoístas, defensores de sus derechos subjetivos, y se muestra incapaz de reconstruir las nociones de racionalidad práctica y solidaridad, revela el “socialismo pragmático” que el télos del lenguaje es el consenso y no el pacto.
Ø Frente al racionalismo crítico, que desemboca en el decisionismo al negar toda posibilidad de fundamentar el conocimiento y la decisión, por tener una idea abstracta de fundamentación, muestra la pragmática formal que el método propio de la filosofía es la reflexión trascendental.
Ø Frente al pensar postmoderno, que disuelve la unidad de la razón en las diferencias, abriendo la puerta al poder de cualquier fuerza que no sea la del mejor argumento, proporciona la ética comunicativa una noción de racionalidad que exige la pluralidad de formas de vida y desautoriza por irracional la violencia no argumentativa.
Ø Frente al contextualismo radical, que reduce la objetividad a la visión que tiene una sociedad concreta, la ética discursiva construye un modelo de filosofía práctica, que conserva el mínimo de unidad e incondicionalidad necesarios para superar argumentativamente el dogmatismo de lo vigente, de lo socialmente dado.
- Desarrollo de la tesis
Para el desarrollo de esta tesis, enmarcada en la línea de la ética discursiva, es importante esbozar y definir lo que es la ética, además de vislumbrar su relación directa e inseparable con la esencia o naturaleza humana, porque hacer la pregunta por el ser del hombre, por la existencia humana es, al mismo tiempo, una búsqueda de fundamentos para la ética y la moral.
No solamente lo ético está intrínsecamente relacionado con lo humano, sino el hecho del lenguaje y el diálogo; por eso es importante tratar de esbozar lo que es la persona humana.
Ser persona implica varias cosas, lo primero es la corporeidad, es decir, los seres humanos somos cuerpo. Este cuerpo está dotado de sentidos y permite entrar en contacto con los objetos y los “otros” sujetos que están en una misma realidad. La interacción entre los sujetos permite captar otra dimensión esencial: el carácter intersubjetivo, ya que somos ser en relación con otro y con los otros. Es decir, el hombre es un ser social… no puede vivir aislado, necesita necesariamente de la convivencia con los demás. Lógicamente, en la relación hace falta la comunicación, por eso el lenguaje y el diálogo juegan un rol sumamente importante.
Otro elemento fundamental, y muy propio de la persona humana, es su dimensión racional. El carácter racional del hombre, le da la posibilidad, a diferencia de los animales, de escoger un camino entre un abanico de ellos. Es más, cuando una persona elige puede justificar su elección. Esto implica que el hombre es un ser esencialmente libre.
Otro aspecto propio de la persona humana es su dimensión espiritual. El hombre tiene sentimientos, los animales no. El hombre ríe, llora, comunica… Inclusive, tiene apertura hacia la trascendencia: cuando se percata que existen situaciones que sobrepasan su capacidad de respuesta, entonces piensa en una realidad que está más allá.
Ahora bien, ¿qué relación puede tener la moral o la ética con la condición humana? Primero, hay que entender que la moral versa sobre la praxis diaria del hombre, es decir, sus costumbres, hábitos, conductas, relaciones, etc., en un determinado contexto histórico y social... En cambio, la ética versa sobre la reflexión crítica acerca de esa praxis, lo que quiere decir que el sujeto de la ética es la persona humana. Por tanto, no puede haber ética sin antropología: La ética brota o nace de la misma esencia humana. Y la dimensión que está más claramente conectada con la ética es la racional. ¿Por qué? Simplemente porque el hombre contando con su condición racional está en capacidad de elegir ante una cantidad o abanico de posibilidades. Él puede escoger una sola y única respuesta, lo que significa que es libre. En cambio, los animales actúan por instintos: ante un determinado estímulo, dan una respuesta, que, por lo general, siempre es la misma.
Luego, ese camino que elige el ser humano lo justifica y lo somete a un análisis crítico, propio de la razón. Ese análisis le lleva a cuestionarse: ¿Fue buena la elección? ¿Qué consecuencias trajo? ¿Qué es lo mejor? ¿Afectó el entorno o la realidad del “otro”? He allí el juicio moral. ¿Los animales hacen juicio moral? ¿Justifican sus acciones? Lógicamente no, porque los juicios morales son propios de la condición humana.
Una vez establecidas y aceptadas las bases antropológicas de la ética es importante, en la línea de los postulados de la ética discursiva, plantearse la posibilidad de la existencia de valores objetivos y universales, porque, precisamente, el fin de la ética discursiva es la búsqueda de un consenso, a través del diálogo, acerca de unos mínimos en lo que respecta a las normas y los valores.
Es incuestionable que el valor va a depender de la perspectiva; además se apoya en la historicidad y la cultura de la persona, pero, con todo, algunos valores tienen validez universal, por eso existen los DDHH, porque el ser humano ha sido capaz de reflexionar y darse cuenta de la necesidad del reconocimiento de algunos valores fundamentales como la libertad, la vida, la democracia, la justicia, etc. Todo esto con el fin de lograr una mejor convivencia entre todos los grupos humanos. Por tanto, y aunque no todas las culturas lo acepten, hay que reconocer que un mínimo normativo universal es necesario para posibilitar el pluralismo de las formas de vida.
Vivimos en un mundo caracterizado por la diversidad y la pluralidad. Cada cultura tiene sus propios valores y formas de vivir, por así decirlo. Al comparar los modos de ser en el mundo y sus praxis de vida, cabe preguntar: ¿quién vive mejor? ¿Cuál cultura tiene el mejor valor o los mejores valores? ¿Quién tiene la verdad absoluta? ¿Cuál es el fundamento más adecuado de la moral?
Ante esta diversidad y pluralidad puede surgir la confusión y el hecho de no saber de dónde “agarrarse” o cuál es el referente correcto. Cualquiera podría afirmar: “El referente está claro: somos seres humanos; por tanto, ese es el fundamento principal de la ética”. Ciertamente esa sería una excelente respuesta, pero resulta que cuando se “pisa” en el plano real, se cae en cuenta que, inclusive, existen personas que ni siquiera validan los Derechos Humanos, porque tienen una referencia y escala de valores distinta.
Es allí cuando surge la ética discursiva, que propone el diálogo y la comunicación, propios de los seres pensantes y racionales, para llegar a unir criterios y puntos de vistas. Todo esto llevaría a encontrar el rango más general y universal de los criterios de valor, evitando así posturas tan relativistas que afirman que “en cuestión de normas y valores cada cual tiene su dios”.
Adela Cortina explica con contundencia cuáles son las ventajas o bondades que ofrece la ética discursiva:
Desde ella es posible reconstruir un concepto de razón práctica que nos permite afrontar solidaria y universalmente las consecuencias planetarias que hoy tiene el desarrollo científico-técnico, pero también asegurar la intersubjetividad humana desde una unidad formal, tras la progresiva disolución de las imágenes del mundo con contenido, y hacer efectivamente posible el respeto a la diversidad, propio de la experiencia democrática. Sólo una ética racional de principios, una ética de mínimos universales, da cuenta de ese también mínimo de intersubjetividad y unidad que requiere una sociedad compleja para responder cooperativamente a los retos que se le plantean, y entre los que no es el menor la falta de respeto por la diversidad.
Ahora bien, todo lo que plantea Cortina es de suma importancia, y proclama con claridad las bondades de la ética discursiva en la actualidad. Sin embargo, puede surgir el siguiente cuestionamiento: ¿cómo se puede lograr que se dé el diálogo cuando el “otro” no lo quiere? Porque, como muy bien lo expresó Martin Buber, la relación dialógica no es algo que ocurre en un sujeto independientemente de “otro”, tampoco algo que ocurre en el “otro”, sino algo que ocurre “entre” ambos. En este entre-dialógico cada parte está abierta a la presencia del “otro” y se entrega plenamente a la relación produciendo un encuentro.
Por eso, el camino que propone la ética discursiva puede facilitarse en la medida que se logre una educación moral de calidad. En otro texto de Cortina, acerca de la educación moral, explica que, para educar en moral, hace falta educar la razón, es decir, educar la capacidad de hacer juicio. También afirma que hay que educar en el diálogo y la comunicación. Este punto es fundamental, ya que estamos en un mundo caracterizado por la diversidad y la pluralidad, lo que implica una dificultad para discernir cuál valor hay que asumir, porque lo que para unos es fundamental, para otros carece de significado. Es allí, en medio de ese dilema donde se aprecia la necesidad de educar para la formación de la voluntad dialógica, la cual consiste en considerar al otro digno del diálogo. ¿Es una tarea fácil? Ciertamente no, pero tomando una actitud de respeto y apertura ante el pensamiento del otro, se abrirían los caminos que lleven a la armonía y sana convivencia entre los seres humanos.
En síntesis, y considerando la diversidad de posturas y pensamientos que llevan al hombre a actuar de muchas maneras, se puede considerar al diálogo como una vía eficaz para el logro de una moral que lleve a descubrir esos valores mínimos que son necesarios para la sana convivencia entre los seres humanos.
Filósofo, dramaturgo y novelista francés, nacido en París en 1905. Sus primeras publicaciones son aplicaciones directas del método fenomenológico. Se erige en el representante más significativo del existencialismo ateo francés. La influencia de Sartre en filosofía y en literatura ha sido enorme; es considerado uno de los pensadores más representativos del s. XX. Su pensamiento filosófico nace en las fuentes de la fenomenología de Husserl.
Filósofo alemán recientemente fallecido. Nació en Marburgo en 1900. Su formación inicial se situó en el horizonte de la influencia neokantiana. Su actividad filosófica se sitúa en la corriente de pensadores como Nietzsche, Dilthey, Husserl y, especialmente, Heidegger, y desemboca en la formación de la hermenéutica filosófica. Su investigación se dirige al estudio de las condiciones de posibilidad de la interpretación y la comprensión, especialmente en las ciencias humanas, y entiende dicha comprensión como rasgo constitutivo del Dasein humano. Su teoría hermenéutica establece los rasgos básicos de una teoría general de la comprensión -de raigambre heideggeriana-, y efectúa un giro ontológico hacia el ser que es el objeto de la comprensión: el lenguaje.
CORTINA. A., La ética discursiva. En: Camps, V. Historia de la ética. Barcelona 1998, 535.
Martin Buber, pensador religioso austríaco, de orientación existencialista. Nació en Viena en 1878, y murió en 1965 a la edad de 87 años. Su obra más importante es “Yo y Tú” (1923), en la que construye una teoría general del diálogo. Su tesis fundamental consiste en que la relación con el Tú no es solamente una relación entre los demás, sino la relación por excelencia, el hecho primario de toda antropología y de toda filosofía.
Cf. GLATSMAN M., Martin Buber, en: http://www.buber.esc.edu.ar/virtual/proyectos/MB_sitio/yo-tu.htm, 01-04-2009.