lunes, 13 de julio de 2009

Primer borrador de la tesina N # 01

Tesis N # 1
Tema: El hombre encuentra su valor y dignidad en su ser dotado de autotrascendencia, de interioridad, de espiritualidad, y en su apertura al otro y al totalmente otro


Como se puede observar, el título de este enunciado, está basado prácticamente en un plano antropológico, aunque de él, también surgen perspectivas y opiniones de otro tipo de conocimientos, entre ellos, lo ético, lo político, lo religioso, y otras tantas ramas de la filosofía que intentan explicar tan complejo y necesario tema de interés para la realización del hombre.
Así, pues, se ha llevado a cabo una serie de términos que harán más clara la identificación de dicho tema, con la finalidad de obtener bases solidad y precisas acerca de la relación que tienen las palabras claves de la tesis a realizar.

Términos: Los términos que se colocarán a continuación, fueron extraídos de varios puntos de opinión, con intención de dar una respuesta concreta a lo que se intenta explicar.

Hombre: El hombre es un ser que conoce, es un ser racional, es un animal social, es un ser (ético), es un animal que hace o fabrica cosas, es un ser que es capaz de (representar), de (hablar), etc. También se le llama hombre al género humano, independientemente del sexo, ya sea masculino o femenino.
En la antigüedad, los presocráticos tendían a concebir al hombre en función del cosmos, mientras los sofistas y Sócrates tendían a concebir al cosmos en función del hombre. Dicho esto, la filosofía griega suele entender al hombre como el ser racional, o, mejor dicho, como el animal que posee (razón) o (logos). Ello significa entender el hombre como una cosa cuya naturaleza consiste en poder decir lo que son las demás cosas. Esta cosa puede ser una (cosa material) o una (cosa espiritual).
Así, pues, el hombre no es, en el fondo, nada, pero es al mismo tiempo la realidad suprema en el mundo, lo que significa que el hombre es lo que se halla en principio más próximo a Dios y a los seres inmateriales creados por Dios antes que el hombre. Ahora bien, en el cristianismo, el hombre es visto como persona, y no como cosa, por elevada que ésta sea. La etapa moderna y contemporánea verán al hombre más como la fuente de todo conocimiento (el estudio de la humanidad es el hombre), esto suele llamarse antropocentrismo, por cuanto lo principal es (conocernos a nosotros mismos).[1]

Valor: Los valores son agregados a las características físicas, tangibles del objeto; es decir, son atribuidos al objeto y por un individuo o un grupo social, modificando -a partir de esa atribución- su comportamiento y actitudes hacia el objeto en cuestión. Se puede decir que la existencia de un valor es el resultado de la interpretación que hace el sujeto de la utilidad, deseo, importancia, interés, belleza del objeto. Es decir, la valía del objeto es en cierta medida, atribuida por el sujeto, en acuerdo a sus propios criterios e interpretación, producto de un aprendizaje, de una experiencia, la existencia de un ideal, e incluso de la noción de un orden natural que trasciende al sujeto.
Para el Idealismo: Las posturas idealistas tienen los siguientes representantes:
Idealismo objetivo: Considera que el valor existe a pesar del observador (las ideas de Platón / el Dios de los neotomistas).
Idealismo subjetivo: Considera que el valor es creado en la conciencia de los individuos y es por lo tanto subjetivo. (Berkeley).
Para el Materialismo: El propósito de la naturaleza del valor está en la capacidad que tiene el ser humano de valorar el mundo objetivamente, es decir, valorarlo tal como es, buscando no alterar, ni deformar esta visión. El mundo debe ser valorado tal como es. De esta forma, la naturaleza del valor es objetiva, pero el valor es interpretado subjetivamente por nuestra conciencia.
Ahora bien, para la Axiología, una disciplina de la Filosofía, el valor es una cualidad que permite ponderar el valor ético o estético de las cosas, por lo que es una cualidad especial que hace que las cosas sean estimadas en sentido positivo o negativo.

Dignidad: "Calidad de digno". Deriva del adjetivo latino dignus, se traduce por "valioso"; es el sentimiento que nos hace sentir valiosos, sin importar nuestra vida material o social. La dignidad es un atributo de los animales superiores (hombres), descansa en su racionalidad, al menos, en un grado de racionalidad superior al del resto de los animales, y su poder creador, pues, las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad. La dignidad equivale así a "independencia" y "autonomía", como vieron ya Platón, Pico y Kant, pues, sólo el que sabe y puede gobernarse a sí mismo, según un principio racional, resulta "señor de sus acciones" y en consecuencia, al menos parcialmente, un sujeto libre; al regular su comportamiento según normas propias, según el significado etimológico de la voz griega 'autonomía', ya no es un mero súbdito, ya no está bajo el dictado de otro, sino que es un ciudadano. Entendemos que esa autonomía o dignidad es sólo un "potencial de emancipación" respecto a las necesidades e imposiciones naturales o sociales al y en la historia universal del género humano. La educación juega aquí un papel esencial, puesto que el auténtico ejercicio de la libertad, más allá de la arbitrariedad del comportamiento salvaje, exige la formación de la inteligencia y de la voluntad, facultades específicas del espíritu humano.
La universalización o globalización, de la dignidad es un presupuesto para la consecución de una verdadera emancipación y pacificación moral de la humanidad: el ser humano, varón o mujer, niño o anciano, enfermo o sano, religioso o ateo, malvado o benevolente, blanco o negro... es "siempre digno", porque puede decidir qué ser, porque no es sólo lo que es, sino también sus aspiraciones y proyectos personales. Así, pues, la dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto, es decir, que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos.
Al reconocer y tolerar las diferencias de cada persona, para que ésta se sienta digna y libre, se afirma la virtud y la propia dignidad del individuo, fundamentado en el respeto a cualquier otro ser. La dignidad es el resultado del buen equilibrio emocional. A su vez, una persona digna puede sentirse orgullosa de las consecuencias de sus actos y de quienes se han visto afectados por ellos, o culpable, si ha causado daños inmerecidos a otros. La misma dignidad que nos pone por encima de la naturaleza, podemos transformarla también en nosotros mismos, contenerla, regularla, nos hace responsables. Un exceso de dignidad puede fomentar el orgullo propio, pudiendo crear la sensación al individuo de tener derechos exclusivos (privilegios). La dignidad refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y satisfacción.[2]
Autotrascendencia: "La autotrascendencia se refiere al hecho de que cuanto más se olvida un ser humano de sí mismo y se entrega, tanto mas humano es. En virtud de su capacidad de autotrascedencia puede olvidarse de sí mismo, entregarse y abrirse al sentido de su existencia". "Ser hombre significa trascenderse a sí mismo. La esencia de la existencia humana yace en su autotrascendencia. Ser hombre significa desde siempre estar preparado y ordenado hacia algo o alguien, entregarse a una obra a la que el hombre se dedica, a un ser que ama o a Dios a quien sirve". La autotrascendencia de la existencia humana. Quiero describir con esa expresión el hecho de que en todo momento el ser humano apunta por encima de sí mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir o hacia otro ser humano a cuyo encuentro vamos con amor".[3]El poder de auto-trascendencia viene desde dentro de la criatura, pero es un poder que en último término no viene de la criatura, sino de la dinámica actividad creativa de Dios. Dios sostiene y potencia el proceso evolutivo desde dentro; es el poder que capacita a la propia creación para producir algo nuevo. Esto quiere decir que, cuando una novedad emerge en la evolución, a cierto nivel será el efecto de causas finitas, tales como la mutación genética y la selección natural; pero a otro nivel, el cambio evolutivo es el efecto de la actividad creativa de Dios, obrando mediante el poder de auto-trascendencia desde dentro de las criaturas. Dios, pues, no "interviene" como una causa entre otras, sino que está siempre presente como Ser absoluto dinámico, que capacita a las criaturas, no sólo para existir, sino también para trascenderse a sí mismas y devenir algo nuevo.[4]

Interioridad: Privacidad íntima.[5] Jesús nos exhorta: “Cuando vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido” (Mateo, 6,6). Este cuarto no es sólo un lugar material, sino un estado de ánimo, un lugar interior, “lo íntimo del corazón”. La interioridad cristiana se alimenta de momentos de oración, de silencio, de quietud, pero aspira a ese invocar, no en un vacío, sino en presencia de Dios constante también.[6]

Espiritualidad: La gran incógnita que representa para el ser humano el entender el origen del pensamiento en el hombre y del alma en los seres vivos dio origen a la conceptualización de un espíritu superior que lo creo - al hombre con espíritu - una suerte de hommo dei. La dimensión espiritual trasciende, por su naturaleza, la comprensión intelectual. Por tanto, la espiritualidad es el conjunto de pensamientos, conceptos, ideas, ritos y actitudes a través de las cuales el ser humano materializa el concepto de espíritu y que le ayuda a establecer contacto con un espíritu superior.[7]
Si espíritu es relación y vida, su opuesto no es materia y cuerpo, sino muerte y ausencia de relación. Pertenece también al espíritu el deseo de encapsularse y rechazar la comunicación con el otro. Pero nunca lo consigue totalmente porque vivir es forzosamente con-vivir. Aun negándose, no puede dejar de estar conectado y de conectarse.
La singularidad del espíritu humano es ser reflexivo y autoconsciente. Por el espíritu nos sentimos insertados en el Todo a partir de una parte que es el cuerpo animado y, por eso, portador de la mente. En el nivel reflejo, espíritu significa subjetividad que se abre al otro, se comunica y así se autotrasciende, gestando una comunión abierta, hasta con la suprema Alteridad. Definiendo: vida consciente, abierta al Todo, libre, creativa, marcada por el amor y el cuidado, eso es concretamente el espíritu humano.[8]

El otro: Este término puede ser abordado desde tres perspectivas distintas:
1ª)- Desde el punto de vista de la relación con lo mismo como opuesto a lo otro.
2ª)- Desde la perspectiva de lo otro, lo que nos conduce a la problemática general del -no yo- abordada especialmente por Fichte.
3ª)- Desde la perspectiva de la alteridad, del otro, que es la que tratamos aquí. Desde este último punto de vista, la noción de el otro, se refiere a la existencia de un sujeto distinto de mi yo o -como dice Sartre- a la existencia de "un yo que no soy yo". Y esta constatación del otro plantea dos tipos de problemas: el del conocimiento del otro yo, entendido no como objeto, sino como otro sujeto, y el de la comunicación intersubjetiva, entre yo y el otro, tema complejo que ha conducido a algunos filósofos y psiquiatras a considerar las enfermedades mentales como enfermedades de la comunicación con el otro, lo que, en la medida en que involucra las relaciones sociales, muestra el carácter socialmente condicionante de las alteraciones psíquicas. Para Hegel, la existencia del otro aparece como una certeza originaria previa a todo razonamiento. El hecho primero no es la soledad del cogito, sino el conflicto de las autoconciencias, puesto que la relación de la conciencia de sí con otra autoconciencia es constitutiva de mi propia autoconciencia. Sólo en la relación con el otro se forma mi conciencia de sí. La autoconciencia no es la mera igualdad vacía del yo = yo, sino que supone el retorno al yo a partir del otro. Esta relación dialéctica se manifiesta en el deseo y en el enfrentamiento. El yo para devenir realmente autoconciencia necesita del reconocimiento del otro y enfrentarse a él.
Posturas en contra de la tesis:

Carlos Marx:[9] El hombre buscaba en la realidad fantástica del cielo a un superhombre, al que llamó Dios. Pero lo único que encontró en ese superhombre, en ese Dios, fue el reflejo de sí mismo.
Antropología marxista (concepción del hombre).
Basada en cuatro puntos: cada uno es una crítica a otros filósofos:
· A Hegel (creador del sistema idealista). Habla del hombre con mayúsculas, de la idea, en abstracto. Marx afirma que el hombre es una cosa concreta, sensible, lejos de ser algo abstracto. En esto, Marx coincide con Feuerbach.
· A Feuerbach. Sólo le interesa lo mental del hombre, imaginación, pensamiento, ideas… Marx dice que Feuerbach se queda sólo con la parte teórica, pero el hombre tiene necesidades materiales, trabajo material.
· A Feuerbach. Aunque tienen en común que el hombre es un ser social y que tienen que compartir unos con otros, Feuerbach considera que su convivencia siempre tiene el mismo tipo de relación. Marx dice que no hay que olvidar el hecho histórico. Las sociedades humanas van evolucionando y esto genera que se den relaciones distintas entre los grupos. Feuerbach no ha visto la evolución histórica.
· Economía: el hombre es la pieza fundamental del engranaje productivo (mano de obra, obrero). Marx cree que el hombre no puede ser considerado como un animal de trabajo (como hasta entonces estaba considerado), que sea un ser alineado.
Para Marx el papel de la filosofía es claro y tajante: debe convertirse en práctica, ponerse al servicio del hombre concreto para liberarlo de las alienaciones a las que se ve sometido. La filosofía debe centrarse en el estudio del mundo real, realidad empírica y material, para sentar las bases de la transformación activa de esa realidad. Por eso integra la praxis como elemento principal de la filosofía. El problema que preocupa a Marx es siempre el mismo: la defensa y liberación del hombre concreto, sometido a humillaciones, esclavitudes y desprecios. Lo que cambian son las estrategias para lograr el objetivo. Sólo el hombre oprimido, constituido en clase, la clase obrera, y por un método rigurosamente científico de análisis de la situación histórica, puede ser el artícife de su propia liberación.[10]
Mounier:[11] Si, eventualmente y de forma anti-ética, llegara a ser factible la clonación humana, incluso entonces aquel ser clonado sería una persona humana con toda su dignidad, porque es un organismo vivo, material y espiritual. Es un cuerpo dotado de espíritu (“espiritualidad encarnada”, “cuerpo espiritual” o “cuerpo autotrascendente”, podemos decir también).
Es un cuerpo que se puede medir y pesar, que está en un lugar y un tiempo determinados. Como organismo vivo, nace, crece y se desarrolla: de embrión pasa a feto, luego a niño y a adulto, sin saltos, de manera gradual, constante y continuada, conservando la misma identidad toda su vida. Es la misma persona desde que era un cigoto. Sujeto a todas las leyes de la materia orgánica, puede enfermar y morir.
Como persona humana que es, percibe con sus sentidos, puede desplazarse; hace intuiciones a partir de la percepción de lo que le rodea; hace razonamientos y juicios de esas percepciones e intuiciones; distingue de entre los seres vivos que le rodean otros idénticos a él (ella), con quienes entra en relación de manera diferente a las cosas o animales; esta relación puede involucrar de manera estable; es capaz de decisiones y elecciones libres.
La persona humana es un sujeto individual racional. Como sujeto individual, la persona es alguien que existe en sí y por sí, con valor propio. Es un individuo que posee una unidad interna en sí mismo y es diferente de los otros. Cada persona es única, original e irrepetible. Como sujeto racional, tiene inteligencia, sentimientos, moralidad, religiosidad; llega a la verdad, al bien, al amor.
La individualidad y racionalidad no son algo que se hace, sino un modo de ser. No se es menos o más persona según las facultades en ejercicio. El atleta o el científico no son más personas que el minusválido. Es persona quien tiene todas las características, aunque esté durmiendo, también el discapacitado o el embrión. No se puede definir a la persona por la capacidad de manifestar y ejercer determinadas propiedades, como la conciencia de sí, la relación, porque entonces algunos psicóticos o los autistas no serían personas. El ser persona no está sometido a porcentaje, a criterios cuantitativos, a grado de excelencia. Se es persona o no se es. La persona humana es unidad de cuerpo y alma. La personalidad es la progresiva manifestación de las características de la persona, que se van desarrollando gracias a factores biológicos, sociales, psicológicos y morales. La personalidad no es el éxito o prestigio social, intelectual, profesional, político, sino el desarrollo de la singularidad y de la autotrascedencia, de la libertad y de la elección.

Romano Guardini[12]:
Habla de tres planos: el plano de la forma, en que el hombre existente y se distingue, en aquello que le es propio, de la totalidad del resto, pero también de los fenómenos singulares en los que se manifiesta; el plano de la individualidad, que es la unidad de la estructura y de funciones con su centro vital; y el plano de la personalidad, que indica la modalidad de la unidad viviente en cuanto determinada por la espiritualidad. Este último plano permite hablar de una intimidad de la conciencia y de una interioridad de la voluntad, en que se logra el conocimiento y la acción del hombre. La persona es estructura que informa todos los planos del ser; en otras palabras, persona significa que en todos estos planos el hombre está en si mismo, es uno consigo mismo, subsiste en el modo de autopertenencia y autofinalidad.
La persona humana es lo más perfecto de la creación, con valor y dignidad absolutos, que tiene fin en sí misma; con interioridad, o sea, con capacidad de entrar en sí misma, de ser consciente de sí misma, de ser sujeto; con lo cual goza de inviolabilidad y derechos-deberes fundamentales. El valor y la dignidad de la persona, su no disponibilidad a ser medio o instrumento para otro, se basa en la apertura por la que el hombre es materia y espíritu, en unidad inseparable.
La persona humana como fin y no como medio es valor que el personalismo reconoce.
Desde luego que la persona no es un ser aislado de los demás, sino un ser en relación. Es importante que la relación sea personal, en que se conjugue un tú y un nosotros. El diálogo es la apertura al otro, a los otros, en que el mensaje emitido requiere respuesta, que haya interacción.
Por otra parte, la elección entre el ser y el tener no sólo indica el camino y la dirección para el ejercicio de la personalidad, para el perfeccionamiento, sino que requiere un juicio de valoración del eficientismo en que se cae con frecuencia. La eficiencia se ubica en el cuadro del tener y hacer, aquello que es mensurable. La estructura de la persona requiere, en cambio, el respeto y la promoción de todas sus facultades para llegar de forma creativa a la verdad, al bien, al amor; en suma, a la plenitud del ser.[13]


Posturas a favor de la tesis:

Pbro. Hernán H. Quijano Guesalaga[14]:
Fenomenología de la persona[15].

Por la fenomenología accedemos a la ontología de la persona humana.
Fenomenológicamente, la persona humana se nos presenta con los siguientes caracteres:
Unidad
Intencionalidad y trascendencia objetiva
Inmanencia y soledad
Libertad

1. Unidad.
La persona se nos revela como una unidad, un yo siempre el mismo y permanente por debajo de los actos u operaciones. Su unidad es ontológica, incambiable y distinta de los actos, que proceden de ella como de su causa, que residen en ella como su sujeto, al que modifican.

2. Intencionalidad y trascendencia objetiva.
La persona es un existente abierto a la trascendencia, al ser distinto del propio, a diferencia de la cosa material, cerrada sobre sí misma. Por el conocimiento y por la voluntad libre, la operación de la persona es intencional, como sujeto en tensión a un ser objeto que no es ella y que está más allá de ella.
La persona es una especie de antena espiritual de la realidad en la cual el ser del mundo material, mudo hasta entonces, encuentra resonancia y expresión, comienza a existir de nuevo en la intencionalidad cognoscitiva; y su ser, en tinieblas hasta entonces, es atravesado por el rayo de luz del acto espiritual que lo ilumina y lo capta como objeto.
A través del lenguaje, la persona alcanza la interioridad trascendente de otras personas con las que se comunica.
La trascendencia objetiva implica la trascendencia real del ser. La trascendencia objetiva supone también la definitiva trascendencia del Ser de Dios, hacia la que es conducida la persona. De este modo, Dios aparece como Alguien a quien la persona humana está abierta y esencialmente ordenada. La persona finita encuentra su término en la Persona Infinita.

3. Inmanencia y soledad.
La persona es posesión lúcida consciente de su propio ser, de su interioridad o inmanencia, inmediatamente incomunicable en su última realidad. Sólo la persona, cada persona, conoce su propio ser y actividad formalmente como tal. No sólo es y existe sino que se sabe a sí misma existiendo y siendo.
Esta interioridad está velada a las miradas y a la acción de los demás, inviolable e impenetrable a no ser por Dios. La persona está siempre a solas consigo misma, aunque rodeada y comunicada con las demás personas. El acceso al propio cuerpo permanece abierto; el acceso a la interioridad está amparado con los muros de la propia inmanencia, como una muralla de defensa con que Dios circunda a la persona para que su soledad se trueque en presencia de Dios.
Los caracteres antagónicos de trascendencia e inmanencia, soledad y presencia, son signo de la transitoriedad de la vida temporal. En su término definitivo, el antagonismo se resuelve en presencia y “posesión” de las Personas Divinas, Bien supremo de la persona humana.

4. Libertad.
La persona está en posesión de su actividad, ser y destino; posee el dominio activo de su propio acto, es libre.

Ontología de la persona[16]
La persona implica la unidad substancial del cuerpo y del alma espiritual, raíz ontológica de donde brota la actividad espiritual y la actividad sensible; ésta permanece inmutable. El alma es el principio especificante o formal, da unidad substancial permanente al compuesto humano, pese al cambio sucesivo del cuerpo, elemento material, principio pasivo y potencial.
La substancia, que no necesita de otra con quien o en quien existir, es toda en sí misma subsistente o incomunicada en su propio ser con otro ser. [17]
La espiritualidad es la diferencia específica de la persona. Persona es, pues, la substancia espiritual o racional. Es una individualidad ontológicamente cerrada en sí misma pero operativamente abierta o comunicable[18].
Persona es el sujeto de atribución de todo lo que esa realidad substancial espiritual es, tiene, hace y recibe[19].
La persona[20] es el hombre espiritual, que trasciende al universo por su libertad, abierto a todo ente y capaz de entrar en comunión con las demás personas. Lo cual implica lo siguiente: La persona humana engloba el cuerpo tanto como el alma.
La persona humana, por estar dotada de inteligencia y de libertad, es un sujeto en el sentido moral de la palabra, sujeto de deberes y de derechos fundados en el fin último al que está ordenada.
El hombre es ontológicamente persona, no se hace. Pero, en cuanto perfectible la persona humana se perfecciona dinámica u operativamente en la relación con los otros, con el Otro (Dios) y con lo otro (las cosas).
La persona es, ante todo, autonomía en el ser, señorío de sí mismo, inviolabilidad, individualidad, incomunicabilidad, unidad. [21]
El hombre es persona porque está dotado de un modo de ser que supera netamente el modo de ser de las plantas y de los animales. Lo que es absolutamente peculiar de la persona es su apertura intencional por el conocer y por el querer, por la cual, la persona es capaz de comunicarse con las cosas, con los otros hombres y con Dios.
La persona como un individuo dotado de autonomía en el ser, de autoconsciencia, de comunicación y de autotrascendencia.
La autotrascendencia es signo de la espiritualidad. Aquí está la razón profunda por la cual el hombre es persona y las cosas inferiores no lo son.

V. Frankl: “Según su visión, el análisis del sufrimiento no ha de enfocarse desde el punto de vista “qué es”, sino “cómo es”, método en que está implícito el dedicarse al fenómeno humano del sufrimiento antes que a las emociones y sentimientos que son derivados del fenómeno originario que es el sufrimiento.
Nada hace más egoísta al hombre y más cerrado en sí mismo, que el hecho de sufrir, pues, para el hombre que sufre es sólo él y su dolor, no existe el sufrimiento de la humanidad; en ese momento es solamente su dolor.
En las situaciones límites, en los casos de intenso sufrimiento, en las conmociones existenciales, toma lugar un verdadero aislamiento existencial; desaparece el mundo circundante que rodea al ser sufriente, no desaparece sólo su significado, sino el mundo mismo y es capaz de hacerle experimentar la nada, en su plenitud y puede observarse como desaparece el “hacia” de la autotranscendencia humana; es como una puesta entre paréntesis del mundo que lo rodea.
En este reduccionismo en que el ser sufriente ha quedado atrapado en su dimensión psicológica, la dificultad existencial no reside en desde dónde trascender, pues es hecha desde el propio hombre, sino que reside en hacia dónde hacerlo.
Allí es cuando adquiere relevancia la “ayuda mutua” pues ésta consiste, precisamente, en salirse de uno mismo hacia otro ser humano, hacia un hermano que sufre.
Es necesario entender al sufrimiento como un fenómeno patrimonio de la humanidad entera, tal como lo es la muerte y la angustia y no como un fenómeno sólo del hombre que lo está viviendo.
Es importante el análisis del sufrimiento como algo esencial de la humanidad y como una plataforma desde la cual estudiar la posibilidad de asumir una actitud que desconectándose de sus propias vivencias, reconozca la capacidad para oponerse a cualquier condicionamiento, ya sea físico o psíquico, lo que representa un salto hacia la dimensión espiritual del hombre.
Salto que puede considerarse como una situación de despego con una intencionalidad concreta: el preocuparse por otro ser sufriente que hace posible el distanciamiento del propio yo sufriente.
Según Frankl: el hombre arrojado a esta nada existencial, se enfrenta a dos posibilidades extremas: o permanece en profundos estados llamados de hiperreflexión o se re-encuentra con la autotranscendencia propia de su ser que designa como reflexión.
[1] Diccionario de Filosofía, José Ferrater Mora, E-J. Hombre, Pág. 1551.
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Dignidad
[3] http://www.mail-archive.com/federacionargentinadeyoga@yahoogroups.com/msg00426.html
[4] http://galetel.webcindario.com/id71.htm. Karl Rahner ha desarrollado esta idea especialmente en su Cristología evolucionista. Ve a los seres humanos como la auto-trascendencia de la materia en auto-conciencia ante Dios. Ve a Jesús como aquel en quien la auto-trascendencia del universo hacia Dios alcanza su estado final irrevocable. Él es a la vez la auto-trascencencia del universo a Dios y la absoluta auto-comunicación de Dios a la creación.
[5] Diccionario de la Real Academia Española.
[6] http://www.autorescatolicos.org/rebecareynaudquees.htm
[7] http://es.wikipedia.org/wiki/Espiritualidad
[8] http://es.wikipedia.org/wiki/Esp%C3%ADritu
[9] Carlos Marx nació en Trèveris, en 1818. Su familia (son pobres, viven en una situación precaria) es de origen judío, aunque el padre se convierte al protestantismo y Marx se bautizado en 1824. Cursa estudios universitarios (Marx no era filósofo inicialmente, sino economista) en Bonn y Berlín. En esta ciudad conoce a los jóvenes hegelianos y establece fuertes lazos de amistad con Bruno Bauer. La obra más destacada de Marx, que se publica en vida del autor, es, sin duda, el primer volumen de El Capital (1867).También cabe citar La sagrada familia y el Manifiesto Comunista, en colaboración con Engels; La miseria de la filosofía (plantea que hay que hacer un socialismo más científico), Crítica a la economía política (1859, materialismo histórico), muchos artículos editados por distintos periódicos y algunos escritos histórico-políticos.
[10] http://html.rincondelvago.com/carlos-marx.html
[11] Emmanuel Mounier (Grenoble, 1 de abril de 1905 - Châtenay-Malabry, 22 de marzo de 1950) filósofo cristiano atento sobre todo a la problemática social y política. Fundador del movimiento personalista y de la revista Esprit. Sus obras reflejan cada una de ellas un momento de su trayectoria filosófica y de su compromiso vital: La pensée de Charles Péguy, 1931; Révolution personnaliste et communautaire, 1935; De la propriété capitaliste á la propriété humaine, 1936; Manifeste du service du personnalisme, 1936 (Manifiesto al servicio del personalismo, Buenos Aires 1965); L'affrontement chrétien, 1944 (El afrontamiento cristiano, México 1964); Montalembert (1945)
[12] (Verona, 1885-Munich, 1968) Teólogo católico alemán. Estudiante de química y de economía en Tubinga y en Berlín, cursó los estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote. Fue profesor de dogmática en Bonn (1922), de filosofía católica en Berlín (1923) y maestro en el arte de la interpretación; ejerció una considerable influencia en la juventud católica alemana después de la I Guerra Mundial. Su cátedra fue suprimida en 1939 por el régimen nacionalsocialista. Entre sus muchas obras, cabe recordar El espíritu de la liturgia (1917), Cartas de autoformación (1922), El universo religioso de Dostoievski (1933), La muerte de Sócrates (1934), Pascal (1934), La esencia del cristianismo (1939), Libertad, gracia y destino (1948), La aceptación de sí mismo (1950) y El Señor (1954).
[13] http://www.anahuac.mx/bioetica/noticia.28.htm
[14] Juan José Ramos Quijano Guesalaga, de nacionalidad argentina, nació el 06/10/1921 y murió el 15/03/09 a sus 88 años de edad.
[15] Derisi: Estudios de Metafísica y Gnoseología, 1, Buenos Aires, EDUCA, 1985; cf. también Choza: Antropología Filosófica, p. 403 y ss. y Arregui-Choza: Filosofía del hombre, cap. XII, p. 241 y ss.
[16] Derisi: Estudios de Metafísica y Gnoseología, 1, Buenos Aires, EDUCA, 1985; cf. también Choza: Antropología Filosófica, p. 403 y ss., Arregui-Choza: Filosofía del hombre, cap. XII, p. 241 y ss. y G. Blanco, Curso de Antropología Filosófica, Buenos Aires, EDUCA, 2002, Págs. 507 y ss. y especialmente Págs. 538-541, donde trata de la persona (concepto ontológico) y la personalidad (concepto psicológico, funcional y operativo) y estudia la definición de Allport de la personalidad como organización dinámica y otras nociones vinculadas a la persona como proceso y como término.
[17] Cf. Blanco, G.: Clases de Antropología Filosófica en la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica Santa María de los Buenos Aires, apuntes de clase de los alumnos.
[18] Cf. Blanco, G.: Clases de Antropología Filosófica en la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica Santa María de los Buenos Aires, apuntes de clase de los alumnos.
[19] L. M. Etcheverry Boneo, Teología y Espiritualidad sacerdotal, 15 de junio de 1968, Buenos Aires, para uso de los oyentes.
[20] Cf. R. Verneaux, Filosofía del hombre, cap. XVII, III.
[21] Cf. B. Mondin, l’uomo: Chi è ? Elementi di Antropologia Filosofica, Massimo, Milano, 1993, sett. edizione, Parte seconda, III.

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