Educación, mención Filosofía
Seminario de Síntesis Filosófica
RODRÍGUEZ Julián
MÉNDEZ Carlos
Los Teques, 04-06-2009
DESARROLLO DE LA TESIS
1. Enunciado de la Tesis # 10
EN EL CASO DE LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS, DEMUESTRE QUE LAS BASES DEL ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO NO ESTÁN SUFICIENTEMENTE FUNDAMENTADAS.
2. Definición de términos
ATEÍSMO
El término ateísmo provine del griego (a= letra privativa / teoz= dios), es uno de los términos más ambiguos del lenguaje, pero su único contenido es la privación de algo[1]. Si vamos a la terminología, ser ateo, o abrazar el ateísmo, es negar que haya Dios, o negar que haya dioses, o negar que haya alguna realidad que pueda llamarse “divina”, o todas estas cosas a un mismo tiempo. Del ateismo se pueden comprender dos términos fundamentales, del primero, ateismo, ya se ha mencionado su contenido y sentido en la privación o negación, el segundo, llamado antiteísmo, es más radical, consiste no sólo en negar a Dios, sino también, y sobre todo, en negar que la noción de existencia sea aplicable a Dios.
El nombre de ateísmo surgió a fines del siglo XVI, pero la noción de ateísmo, en sus múltiples formas, es diversa. Actualmente se ha identificado ateísmo con el término materialismo[2]. Quizás podríamos decir que el ateísmo es una propuesta contraria al teísmo, al panteísmo, al deísmo, es decir, niega el influjo de Dios sobre el mundo, la coincidencia de cualquier ser con Dios, incluso su misma existencia a partir de la contradicción en la religión racional y natural, dudosa, que es revelada y sobrenatural.
Algunos autores sugieren que el ateísmo, más allá de la negación de Dios como ser absoluto, es deponer la imagen de Dios y colocar al hombre como señor absoluto de su destino.
La postura atea difiere del acto de fe del creyente en que, en lugar de ser una entrega libre a Dios, es un desafío libre a este mismo Dios trascendente. Dirá alguno que el ateísmo absoluto es en el fondo una especie de compromiso religioso de gran estilo[3].
Este término, será utilizado según las dos aclaratorias presentadas anteriormente, de modo que pueda adecuarse en su comprensión y debido al contexto, a la situación específica de la que se habla.
ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO
Podríamos hacer referencia al s XIX, en donde se gestan las primeras bases del ateísmo contemporáneo en el talante humanista y en las representaciones positivistas. Todo es producto de las tres ideas de Comte denominadas leyes de los tres estadios, a saber: teleológico, en el que el hombre explica los fenómenos por medio de fuerzas trascendentes, divinas o demoníacas; metafísico: en el que dichas fuerzas, despersonalizadas, se convierten en principios racionales; positivo: que se queda en la averiguación y comprobación de las leyes dadas en la experiencia. Hay que pasar por ellos, pero para llegar a la verdad sólo es necesario el tercero.
Luego, la primera mitad del siglo pasado, con su doble dimensión humanista y científico-positivista, centran su mirada en la humanidad, colocando a Dios como un ideal imposible, pues su admisión significaría para el hombre degradarse al nivel de objeto, dejarse determinar desde afuera por la ética del ser.
En otra concepción, cuando se habla de Dios es sólo una reunión insignificante letras, es decir, una expresión que no posee ningún contenido real. En referencia a esta idea, el ateísmo contemporáneo es también entendido como la nueva propuesta de esquema que rechaza los esquemas caducos provenientes de la religión de occidente[4]. Más que ateísmo es anti-teísmo. Los ateos de hoy son más enconados en su negación que antes. No se contentan con negar a Dios, con declararlo como algo superfluo e inútil, del que no hay que preocuparse mucho en la vida... Consideran a Dios como una amenaza positiva que hay que combatir activamente, es Uno del que hay que desembarazarse... Dios es el Enemigo número 1 para los ateísmos contemporáneos. De ahí su voluntad o ganas de suprimir a Dios (ateísmo marxista) o de ausentar a Dios (existencialismo ateo)[5]. Del término, no puede agregarse mayor definición, pues es realmente claro, sin embargo, cuando referimos a Ateismo Contemporáneo, se apunta a la comprensión del ateísmo en las realidades más contextuales que se conocen en la actualidad.
DIOS
El tema de Dios es uno de los más grandes y sonados a lo largo de la historia de la filosofía, y no sólo esto, llega a todas las esferas de la realidad humana. Se propone como una inquietud que emerge de distinta manera en momentos cruciales, en los que se hace más viva la consciencia de lo irreversible. Así, el tema de Dios, aparece como necesidad de un horizonte (instancia o entidad misteriosa) que sea punto de referencia de toda teoría o praxis para justificar la realidad global y el orden histórico-social y ético-moral. Este es el origen en el que el hombre considera dos planos de realidad: trascendencia e inmanencia.
La tradición filosófica identifica a Dios con la trascendencia. Así, en dicho contexto tradicional, Dios se piensa como realidad superior. Los griegos (presocráticos, Platón, Aristóteles, etc.) lo consideran como el primer ser, origen y destino último del mundo, representado no en uno solo, sino en multitud de entidades. La filosofía medieval transita por esta misma senda. Dentro de todo este proceso, Dios se comprende como aquello que es lo mayor que se puede pensar. En otra concepción, Dios es el ser necesario, pues la realidad nuestra, que es contingente, necesita comenzar a ser, si no es por lo que ya existe y no cabe una serie infinita de seres necesarios cuya necesidad es causada por otro, de tal modo que es, en palabras del filósofo griego motor inmóvil.
En un contexto más actual, la formulación deontológico sugiere que Dios es un fundamento supremo que armoniza la tendencia humana a la felicidad con orden moral, es decir, es el ser supremo y señor universal de la moral.
Dios no es un dato experimental, sino un producto de la consciencia especulativa del ser humano[6]. En consecuencia, Dios se puede percibir como un producto colectivo de la imaginación.
En el plano religioso, Dios es, por excelencia, la noción central de la religión, su estatuto epistemológico con mayor importancia[7].
Según las distintas concepciones, el término puede variar y puede aplicarse a distintas realidades, pero siempre en el plano de comprensión trascendental. En resumen, pertenece a las tres ideas fundamentales: la religiosa: ser trascendente que tiene relación con el hombre; la filosófica: Dios como ser absoluto, fundamento de las existencias, causa y finalidad primera; la vulgar: Dios como horizonte de vida, presente en las experiencias cotidianas[8].
En el sentido que se quiere dar en la presentación actual, la definición de Dios se toma como un ser absoluto trascendente del cual no se duda sobre su existencia, que posee una identidad específica y que se contiene en sí mismo, manteniéndose como infinito y supremo, características provenientes de su absolutez.
EXISTENCIA
En tanto que el término derivado del latín existentia, el vocablo “existencia” significa lo que está ahí, lo que “está afuera” (existit). Algo existe porque está la cosa, in re, la existencia, en este sentido, es equiparable a la realidad. Puede referirse a cualquier entidad; de modo que podemos hablar de ella en un plano real o ideal.
En la época de la filosofía griega, el término no preocupaba sobremanera, pues el centro estaba colocado en “lo que hay”. La problemática griega fue precisamente sobre lo que hay o lo que está más allá de lo que hay. La noción griega era eminentemente referida a la cosa[9].
En cambio, los filósofos medievales ampliaron el campo de la existencia, no refiriéndolo sólo a las cosas. Para ellos, existir es propiamente esse; mejor todavía, existir es ipsum esse. Las consideraciones de algunos otros estaba referida al an sit res, la cosa efectivamente, es decir, la realidad actual que contiene en sí la razón por la que una realidad existe.
En un momento más actual, la consideración de la noción de existencia, en parte, se entiende como una relación con los problemas que plantea la aceptación o rechazo de la prueba ontológica y, en parte, como relación con la cuestión de si hay o no diferencia entre concebir una entidad y concebir la existencia de tal entidad. El problema de la existencia es de tipo metafísico y lógico.
Otros son unánimes al considerar que la existencia es el distintivo específico del sujeto personal, e insisten en el valor absoluto de la persona, que no es res, ni es objeto, ni es parte de la naturaleza, ni un momento en la evolución cósmica, sino algo existente en sí, con valor, consistencia y libertad propios, pero situados en el mundo[10].
En este sentido, comprenderemos el término existencia como aquello que es percibido y es equiparable a la realidad, de modo, que puede referirse a cualquier entidad de la cual podemos hablar, sea ésta de un plano real o ideal, que posee existencia en sí, valor, consistencia y libertad propios.
3. Posturas en contra de la Tesis
Antes de enunciar las diferentes posturas que se contraponen a la tesis, es menester hacer la aclaratoria de que los argumentos que se presentan están agrupados por tendencias filosóficas del ateismo, de modo que, dentro de tales tendencias, encontraremos algunos filósofos que permiten el desarrollo argumentativo y la postulación de ideas que mantienen la tendencia filosófica.
ATEISMO NEO-POSITIVISTA O ATEISMO CIENTISTA
Muchos filósofos y muchos pensadores han creído que las ciencias empíricas son “el método” con el cual se puede fijar la verdad, utilizando datos provenientes de la experiencia y la argumentación de teorías que parten de una supuesta objetividad personal y comunitaria.
En este sentido, los datos de la experiencia son los que pueden llevar a la ciencia a considerar la verdad sobre algo existente. De allí que si no hay datos, no puede afirmarse algo la verdad sobre algo, es decir, si no hay datos no puede haber experimentación, por tanto, no hay argumentación ni mucho menos verdad.
Como conclusión, la ciencia es el único estamento que puede obtener la verdad de las cosas. Todo lo que escapa al control de la experimentación científica es ilusión o ingenuidad pre-científica, propia de la mentalidad mítica.
A la base de esta tendencia se pueden encontrar muchos autores, sin embargo, a continuación se hace referencia a uno de sus máximos exponentes: Bertrand Russell[11].
Todo el realismo propuesto por Russell, está fundamentado gnoseológicamente en la actividad sensorial, es decir, en los datos sensibles que nos presenta la realidad, que testimonian objetos no ilusorios pero no relacionados recíprocamente y numéricamente infinitos.
Con ello, se puede afirmar que el conocimiento humano se encuentra fundado sobre los datos de los sentidos, lo cual es totalmente subjetivo e hipotético, de manera que no existen principios especulativos y, en consecuencia, tampoco principios éticos. Este subjetivismo gnoseológico y este utilitarismo ético, fundado sobre la base del deseo, conducen a Russell a despojar a la naturaleza humana de la dignidad y del valor suficiente para justificar, por ella cualquier idea de Dios[12].
Esta justificación de la no creencia en Dios (ateísmo), logra integrarla sobre la base de que en el fondo, únicamente las afirmaciones tautológicas de la matemática y las afirmaciones sintéticas de las ciencias empíricas tienen sentido. Evidentemente, sobre tales fundamentos no podría sostenerse ninguna fe, ninguna visión metafísica del mundo y, mucho menos, se podría considerar una religión como verdadera.
A este respecto, es decir, al de la religión, es bueno comprender que la presentación que hace Russell sobre el tema de Dios, se dirige a una crítica de la religión. Quizás podría confirmarse que las apreciaciones que hace sobre la misma están dirigidas a una crítica a los códigos morales que propugna la religión cristiana, en específico.
Russell se separa de todos estos atisbos de desarrollo religioso, prefiere considerar la lucha por un nuevo mundo, donde se considere que la vida sea una aventura llena de alegría y esperanza, con plena libertad y que el hombre se decida a crearlo[13].
Ahora bien, algunos prefieren indagar más sobre el tema en este autor, más allá de algunas interpretaciones que se puedan hacer sobre la base del desarrollo de su pensamiento filosófico. La pregunta para algunos es si se considera ateo o agnóstico. Ante tal interrogante, podemos citar las palabras de Russell sobre este tema: …yo no creo que sea cierto que no exista tal ser [Dios]; pienso que está exactamente al mismo nivel que los dioses del Olimpo o los dioses noruegos; también pueden existir… No puedo probar que no existen, pero creo que el Dios cristiano no tiene más probabilidad que ello. Creo que tiene mera posibilidad[14].
Con ello se concluye que no se excluye la mera posibilidad lógica. Pero su creencia personal firme es que no existen los dioses del Olimpo y mucho menos el Dios cristiano. En todo caso, para Russell, sólo se puede afirmar lo que proviene de los datos de la experiencia, de los datos sensibles y fugaces.
Ahora bien, detengámonos a analizar una idea que va más allá de la apreciación de los datos sensibles. Si bien, todos podemos apreciar los datos que nos presenta la realidad y captarlo por medio de los sentidos, hemos de indagar en la comprensión psicológica de cada ser para descubrir de qué manera se procesan y se crean. Así, es menester que analicemos la proposición de otro tipo de ateismo que refiere al plano psíquico de la persona, hablemos pues de un ateísmo psicológico.
ATEÍSMO PSICOANALÍTICO O PSICOLOGISTA
Para los que fundamentan esta tendencia, la religión es una ilusión. Es la proyección de antiguos deseos no satisfechos, lo que se conoce en psicología como complejos, a partir de los cuales, por sentir impotencia, se busca la protección de los dioses y de ciertos ritos que satisfacen la necesidad de protección de la persona. La religión responde a una necesidad psicológica, pero de manera no adecuada, es por ello que existen diversas religiones y diversas ideas de Dios, pues ellos compensan las necesidades que tienen las personas en las diferentes situaciones y diferentes lugares del mundo en los que varían las condiciones y las necesidades.
En atención a algunos planteamientos que provienen de la psicología y que demuestran, según estos, la no existencia de Dios, podemos hacer referencia a uno de los grandes en el campo de la psicología e inventor del Psicoanálisis: Sigmund Freud[15]. Freud analiza la realidad como fenómeno social contemporáneo, no como una realidad histórica. Si fuera una realidad histórica tuviera su fundamento e indicios que pudieran identificarla como realidad. Sin embargo, la doctrina religiosa es indemostrable e irrefutable, simplemente porque es una ilusión. Las ilusiones no son realidades, son un producto de los residuos de la consciencia o, en último caso, la producción de una imagen que puede satisfacer una necesidad de modo inmediato.
En el mismo sentido se comprende a Dios. Freud teoriza el problema de Dios a partir de una pregunta: ¿Cómo llegaron nuestros padres a la idea de Dios? A lo cual responde que nuestros padres eran pobres, ignorantes y no libres. Y Dios viene a representar una realidad no sujeta a las mismas condiciones de hombre y mundo. Dios es producto de la sublimación del super-ego representado Dios por el padre. De allí que sólo ante el Dios único, puede nacer la verdadera relación hijo-padre[16].
Todo lo demás que provenga de esto son actos obsesivos neuróticos, producto de las necesidades y de la sublimación. Todo ello se reduce a una actitud infantil ya una regresión a los deseos del niño que no ha cubierto todas sus urgencias.
Hemos de considerar a Freud como un innovador en la interpretación psicologista de la idea de Dios, pero hemos de hacer énfasis en que el factor cultural influye, según algunos en la creación de una idea de Dios, hemos de analizar este hecho desde los enfoques Karl Marx, quien refiere al ateísmo en términos sociales.
ATEISMO MARXISTA
En primer lugar hemos de decir que Marx pretende lograr la emancipación humana. Para lograr esto, son necesarios los elementos de sostenibilidad de dicha utopía. Aunque Marx procede de una familia judía burguesa, pasada al protestantismo, se hace seguidor de Hegel, de quien recibe la inspiración para ser propulsor de la izquierda hegeliana. A partir de sus ideas, se hace ateo, un ateísmo humanista basado en Feuerbach. Dirá en uno de sus escritos: el ateísmo es el humanismo conciliado consigo mismo por eliminación de la religión; el comunismo, es el humanismo conciliado consigo mismo por la eliminación de la propiedad privada[17].
Marx fue un progresista en el área de la filosofía, pero dirigido hacia el ámbito de la praxis política. En este sentido, la mayoría de sus apreciaciones responden a una crítica a las diferentes instancias y a su situación. La ideología, para él, representa la consciencia necesaria históricamente falsa, no simplemente falsa o mentira o engaño intencionado o puro error. De allí que la religión, vista como una ideología, no posee mayores razones para unirnos a ella[18].
El fundamento marxista con el cual se niega la creencia en Dios, es precisamente que a partir de la evolución libre, sin impedimentos, progresiva y universal de todas las aptitudes productivas, le permite ahora al hombre sentirse un creador. Como en la sociedad comunista cada uno vive su nacimiento por sí mismo de un modo visual y sensible y cada uno puede experimentar el ser por sí mismo de la naturaleza y del hombre, resulta prácticamente imposible la creencia religiosa en la condición creatural del hombre.
El hombre comunista está tan satisfecho de sus logros y disfrute que no se pregunta por las cuestiones más allá de la producción material, el cuestionamiento de la realidad trascendente queda silenciado para siempre, ni siquiera el ateísmo como negación forzada de Dios tiene ya aquí ningún sentido[19]. En otras palabras, en la religión, el hombre proyecta fuera de sí de manera vana su ser esencial y se pierde en la ilusión de un mundo trascendente, esa es la primera de todas las alienaciones.
De todo esto, justifica que la idea de Dios es, más que como una reproducción de las cualidades humanas, una caricatura del hombre causada por la indigencia. El miedo caracteriza al animal; y una religión que está esencialmente referida al miedo hace de los hombres animales. Para él, la filosofía desenmascara los principios teológicos como estadios previos empírico-sensitivos de la autoconciencia, los hace superfluos y los suprime, haciendo ver que son mistificaciones[20].
Dirá Marx: ¿Cuál es el ser que se hace inmediato al ser pensado? La autoconciencia. En este sentido, todos los argumentos a favor de la existencia de Dios son pruebas para demostrar su no-existencia, refutaciones de toda idea relativa a Dios. La idea de Dios está, pues, fuera del ámbito de la razón y de la filosofía, la cual es, por lo mismo, una crítica de la religión: lo que un país determinado es para determinados dioses de otro país distinto, eso es el ámbito de la razón para cualquier idea de Dios en general, el ámbito donde aquella idea deja de existir[21].
El marxismo tiene rasgos definidos maduros. Sin embargo, hay otra forma radical del ateísmo contemporáneo es el llamado existencialismo de izquierda, que se contrapone al existencialismo espiritualista o cristiano de filósofos- como Gabriel Marcel, Le Senne, Lavelle. Hemos de analizar algunos aspectos de este existencialismo y las disquisiciones que posee ante la idea de Dios y los planteamientos realizados por las demás tendencias anteriormente.
ATEISMO EXISTENCIALISTA
Hay que tener claro en primer lugar que el existencialismo es de aparición reciente, no es sistemático, es variable y undívago como sus literatos y sus piezas teatrales. Del existencialismo, no hay una definición teórica clara y unánime. Sin embargo, la concepción más compartida apunta hacia un movimiento filosófico, cuyo postulado fundamental es que son los seres humanos, en forma individual, los que crean el significado y la esencia de sus vidas.
La idea de Marx nos puede trasladar a un campo más específico en la actuación del ser humano, de allí que hemos de analizar lo que nos refiere el ateismo de corte existencialista al respecto del comportamiento y el actuar del ser humano en relación a la idea de Dios, pues en la actuación se sostiene un valor, o se sostiene aquello que lleva actuar pues se considera valioso y supremo.
Dentro de la propuesta nietzscheana, el valor supremo de todas las cosas es el superhombre. Dirá este autor que él [el superhombre] es mi primera y única realidad, y no el hombre, no el prójimo, no el más pobre, ni el que sufre, ni el mejor[22]. Con todo esto, la afirmación última de Nietzsche recae sobre la exaltación del hombre en cuanto que puede llegar a ser un ser perfecto. Como consecuencia de ello, hay que sacrificarlo todo; de cada a la misma hasta la verdad se relativiza por completo[23].
De ahí que no sólo se relativice la verdad, también se relativizan los valores éticos por considerarlos superados. Todo ello se realiza por la sencilla razón de considerar la verdad y los valores como obstáculos para desarrollar al superhombre.
Pero, no sólo queda en este terreno de situación, va más allá, pues no hay nada que se oponga tanto al desarrollo del superhombre como la fe en Dios[24]. Nietzsche lucha con el problema de Dios. Se siente perseguido y esclavizado, oprimido y privado de sus derechos por parte de Dios. Quiere librarse del superpoder divino y se revela apasionadamente contra Dios. En su libro La gaya ciencia proclama la muerte de Dios: ¿Dónde está Dios? Yo os lo voy a decir. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo!
Estas palabras de Nietzsche sobre la muerte de Dios han encontrado amplio eco en nuestro tiempo. Se ha convertido en el lema del ateísmo moderno, incluso de la tan absurda teología de la muerte de Dios, de un cristianismo sin Dios, es decir, de un cristianismo en una época supuestamente atea[25].
Nietzsche dice no a Dios. Si hubiera dioses, ¿Cómo soportaría yo no ser ningún dios? ¡No hay, pues, dioses![26] . Esto que presenta Nietzsche es lo que se ha considerado un ateísmo postulatorio, reclamado por el sentimiento de que Dios le quita al hombre el espacio de la existencia, la plenitud de la humanidad, el honor de la existencia… si yo he de ser, él no puede existir. Pero yo tengo que ser, por lo tanto, él no puede existir[27].
Mucho se ha discutido sobre esta afirmación nietzscheana, en la que lucha contra el problema divino. Sin embargo, ha de resumirse todo su pensamiento en la advertencia de que no dice que no haya ningún dios, sino que nosotros lo hemos matado. No hace afirmación alguna sobre Dios sino una afirmación sobre el hombre, que acaba liberándose, aunque con dolor, de la fe en Dios, a fin de vivir libre de la superpotencia opresiva y amenazadora de Dios y poder así desarrollarse.
Por otro lado, no podemos dejar de considerar otro de los exponentes del ateismo existencialista, el filósofo Jean Paul Sartre, quien ha definido su existencialismo como "un esfuerzo por sacar todas las consecuencias posibles de una posición atea consecuente". Y en uno de sus últimos libros ha reconocido que ha tratado de realizar esta empresa cruel hasta el final; "El ateísmo es una empresa cruel y de largo aliento: creo haberlo llevado hasta el fin"[28].
Dios contra la libertad. En la educación recibida de su madre, Jean Paúl Sartre encontró la decepción con respecto a Dios. Sus familiares le enseñaban a protegerse siempre, por medio de oraciones rutinarias contra la amenaza de Dios: le decían que mientras él creyera, no importaba el género de vida que llevase. De su abuelo, un luterano amigo de blasfemar, dice el propio Sartre: "Como estaba seguro de encontrarlo (a Dios) a la hora de la muerte, lo tenía fuera de su vida"
“Dios no existe, Dios no existe: ¡Alegría, lágrimas de alegría! ¡Aleluya! ¡Loco! No peques: ¡Te estoy libertando y liberándome! No más Cielo, no más Infierno: ¡sólo la Tierra!”[29].
Esta expresión de Sartre se puede comprender en la siguiente afirmación: el hombre es "existencia"; es absoluta libertad. La existencia de Dios impediría esta libertad; luego, no puede existir Dios.
Después de esto vienen ya los desarrollos explicativos. Si Dios existiera —llega a sostener— sería el más absurdo de los seres: habría creado al hombre, con un cúmulo de potencialidades, para después burlarse de él dejándolo como una pasión inútil. Esto no puede ser así: por lo tanto, Dios no existe. Todas estas afirmaciones contienen dentro de sí un conjunto de afirmaciones y conclusiones que se pueden enumerar brevemente.
La libertad omnímoda, absoluta e incondicionada. Esta es la primera consecuencia lógica, y justificación a la vez, del ateísmo de Sartre. Es una "libertad suspendida en el vacío", que no tiene otro fundamento sino ella misma. Sin Dios, el hombre es quien se hace a sí mismo. La libertad es creadora de los valores morales y de los fines, puesto que es creadora de las esencias. En este sentido, podemos evidenciar que la propuesta de Nietzsche se une a la sartreana para afirmar lo mismo. El hombre que quiere ser libre no puede, en consecuencia, sino escoger el ateísmo como postulado de su acción:
“El existencialismo ateo que yo represento, dirá Sartre, es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay al menos un ser en el que la existencia precede a la esencia y que este ser es el hombre. No hay, pues, una naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla… El hombre no es más que lo que él mismo se hace”.
Una última afirmación sobre todo lo presentado es que muchos dicen que más que probar el ateísmo, Sartre lo asume para proponer un existencialismo que degenera en humanismo de libertinaje".
Con esta última aseveración, podríamos referir a un tipo de ateísmo que se encuentra en consonancia con un modo de actuar libertino. En este sentido ha de comprenderse el Ateismo Práctico.
ATEISMO PRÁCTICO
Para definir este ateismo práctico es bueno tomar las palabras de Jacques Maritain, quien define muy bien en qué consiste el ateísmo práctico: Desde el primer punto de vista, o sea, con relación al modo en que se profesa el ateísmo, diré que en primer lugar están los ateos prácticos, que piensan que creen en Dios, cuando en realidad niegan su existencia en cada una de sus acciones y por el testimonio de su conducta. Están luego los pseudo ateos, que creen que no creen en Dios, cuando en realidad creen inconscientemente en Él, porque el Dios cuya existencia niegan no es Dios, sino algo diferente[30].
Existe en nuestro tiempo una forma menos llamativa de ateísmo, pero no por eso menos radical. Es la indiferencia religiosa de los países de occidente, de las sociedades de la abundancia, de las clases sociales aburguesadas.
La indiferencia religiosa consiste en que, para una persona o un ambiente determinados, ni siquiera se plantea el problema religioso.
Esta indiferencia religiosa es ante todo una actitud psicológica, una sensibilidad, una mentalidad, una experiencia en la que no encuentra lugar la dimensión religiosa[31].
Dios, exista o no, no es un valor, algo que cuenta para esa persona o ambiente. ¡Dios es admitido teóricamente como un Ser, pero no como un valor! Dios quizá explica la realidad, pero no cambia gran cosa la vida.
Esta indiferencia religiosa admite varios grados. El mayor de todos es la ausencia total de inquietud religiosa. Pero, en formas menos acentuadas, se introduce perniciosamente en la actitud práctica de muchos creyentes.
En síntesis, este ateismo de corte práctico recae sobre las personas como un modo de actuar donde se tiene consciencia de la existencia de un ser absoluto trascendente, pero no se aprecia el valor que posee este en cuanto a su influencia sobre el actuar del ser humano, es decir, se hace distinto de la actuación particular, pues eso estaría en contra de la libertad de la persona. Los valores y la moral son una cuestión meramente humana, de allí que la libertad nos permite elegir qué valor será privilegiado.
4. Posturas a favor de la Tesis
Dentro del recorrido histórico que pueda hacerse de los autores que aseguran la existencia de Dios, podemos evidenciar que desde los antiguos, en los inicios de la filosofía griega, encontramos autores decididos a creer en Dios o en los dioses. A continuación haremos un breve recorrido por aquellos autores que pueden sostener la idea de la existencia real de Dios.
SAN BUENAVENTURA[32]
En primer lugar, podemos referirnos a las pruebas de la existencia de Dios dadas por San Buenaventura, un filósofo de la época Medieval, quien considera que Dios es un ser trascendental al que todos hemos de tender. Su trascendencia se debe a que es el Sumum Bonum, la Verdad Suma, la última estancia a la que podemos aspirar en nuestra vida.
Ahora bien, cómo podemos tener tal noción de este ser al que todos hemos de tender. Precisamente sólo siguiendo el proceso de ascensión hacia el nos daremos cuenta de su existencia. Dice Buenaventura que Dios se revela por doquier, pues sus huellas están dispersas e impresas en todo nuestro universo. Por ejemplo, la verdad de cada cosa radica precisamente en representar fielmente la Verdad Suma.
Estas huellas, de las que nos dice Buenaventura, que se encuentran en todo el universo no es idéntica naturaleza en todos los grados del ser. En el mundo sensible es imperfecta y escasa la huella divina: mero vestigio. Es más luminosa en el alma humana, no sólo por ser verdadera imagen del Creador, en virtud de la excelencia de su contenido cognoscitivo (ideas eternas), sino por manifestar en cierto modo, las profundidades del misterio trinitario[33].
Con todo ello, Buenaventura explica que aunque el mundo sensible es imperfecto, también allí aparecen las huellas de Dios como ser creador de todo lo existente. Dirá también, que mediante la consideración de las cosas sensibles, se asciende a Dios tras penosos procesos de elaboración silogística, sin embargo hay un salto directo hacia Dios que se da en el hombre en la contemplación y esto es mucho más rápido.
Leer las argumentaciones de San Buenaventura, nos coloca en una apreciación de Dios en fusión Agustiniana e Hilemórfica. Siendo este contemporáneo con santo Tomás de Aquino, hemos de comparar que la justificación de la existencia de Dios en ambos varía. De allí que es necesario ver los argumentos tomistas y comparar entre ambas.
SANTO TOMÁS DE AQUINO
Quizás la mayor experiencia de conocimiento en santo Tomás reside en la interpretación Aristotélica que ha tenido, en la posibilidad de juntar la ciencia antigua con la sabiduría cristiana, de modo que generó una visión de mundo totalmente racional y cristiana. De santo Tomás podemos abarcar mucho contenido, sin embargo, focalicemos el espectro del problema de Dios, en específico en tono a la existencia.
Santo Tomás rechaza de plano la prueba anselmiana. Porque si es cierto que, dada una esencia, se deben dar también los elementos que esta esencia implica necesariamente. Es decir, se puede caer en el riesgo de pasar de un orden a otro indebidamente, del orden mental al extramental. En tal caso, el argumento anselmiano significaría, según esto, solamente que si pienso en el ente Perfecto, no puedo concebirlo como no existente. De aquí no se infiere aún que el ente Perfecto exista. Por tanto, la realidad es la que nos debe demostrar la existencia de este ser. Santo Tomás, supone cinco aspectos cuyos puntos de partida son la realidad y no el pensamiento, como proponía san Anselmo.
Las cinco vías por la cuales se prueba la existencia de Dios en una aproximación a posteriori son: a) partiendo del movimiento, al motor inmóvil; b) partiendo de la causa, a la causa incausada; c) partiendo del ente contingente, al ente necesario; d) partiendo de las perfecciones finitas, al ser perfecto; e) partiendo del orden, al ordenador de todas las cosas[34].
Además de estas proposiciones y el rechazo de un cierto tipo de justificación a priori de la existencia de Dios, Tomás deja el camino abierto para una nueva interpretación. Quizás esta nueva afirmación de la existencia de Dios la podemos encontrar en Juan Duns Escoto.
JUAN DUNS ESCOTO
Para el autor medieval, como el objeto de la Metafísica no es Dios sino el ser en cuanto ser, la esencia de Dios queda en la oscuridad para la sola razón. Es muy poco lo que podemos decir de Dios más allá de que existe. También escapa a la sola razón conocer si hay o no providencia divina y saber si el alma es o no inmortal. Es más, la razón no puede alcanzar por sí sola nada de lo que Dios a revelado. Ello no impide que, siguiendo a Anselmo, intentemos dar razones del dato revelado partiendo de la misma Revelación. Pero para ello necesitamos de la fe y la Teología. Escoto entiende, al igual que Anselmo, que es posible una "Metafísica Cristiana" que, partiendo de las verdades reveladas sobre Dios y la inmortalidad del alma, las analice y piense filosóficamente.
Hay además de estas pruebas ya mencionadas, algunas pruebas de la existencia de Dios por las cuales queda desajustada la afirmación del ateísmo contemporáneo. Sin embargo, es menester situarnos ante la postura de algunos filósofos contemporáneos que nos pueden dar pistas de interpretación ante la problemática que se nos plantea ante el tema del ateísmo contemporáneo y su inconsistencia. Hablemos pues de quien se atreve a afirmar que no se puede hablar de Dios en términos distintos al de experiencia.
GABRIEL MARCEL
En la inspiración de este autor, no podemos comprender la realidad del otro sin una total apertura. Precisamente en la apertura al otro encontramos parte de lo que nos identifica como seres humanos. El amor es una de las características que nos hace ser seres humanos. Por tanto, abrirse al amor es abrirse a reconocer al otro. Reconocer al otro es un paso para lograr reconocer a un tú. De este modo, el otro me refiere a un tú, pero a su vez me refiere a un tú absoluto. Hablar de un tú refiere a una[35] experiencia. Si se quiere hablar de un Tú absoluto, o si se quiere hablar de Dios, es necesario hablar en términos de experiencia de Dios.
La experiencia de Dios no se da en un ámbito material, cuando se refiere a experiencia podemos dirigirnos incluso al ámbito de la razón. Además, si el pensamiento es objetivación de lo que es reflexión, es tener su objeto como problema. Dios, el ser absoluto, que es el Tú absoluto, y, por tanto, que la reflexión no puede tener, pero sólo la segunda reflexión puede ser experimentándolo como metaproblemático o como misterio. Esta realidad que es misterio nos lleva a vernos implicados en ella, distinto del problema que se encuentra fuera e inalcanzable. En última instancia, Dios no se puede probar, pero tampoco el ateísmo contemporáneo, ya que en ambos casos se reduciría a Dios a términos de problemas, perdiéndolo en su realidad de misterio. A Dios se le experimenta de un modo metaproblemático en el Tú Absoluto, en la aprehensión del misterio como movimiento de la mente y no proceso heurístico. La prueba no puede hacer otra cosa que confirmar aquello que en realidad se nos ha dado de otra manera.
Al respecto de las afirmaciones de la existencia de Dios y de la inconsistencia del ateísmo, Jacques Maritain nos asoma un conjunto de proposiciones que afirman esta tesis.
JACQUES MARITAIN
Para Maritain, la inconsistencia del ateismo contemporáneo posee dos puntos de inconsistencia. En primer lugar, el punto de partida del ateísmo absoluto es, a mi juicio, un acto fundamental de elección moral, una determinación libre decisiva; si de esta suerte considera que rechazar toda ley trascendente es un acto de madurez moral y de emancipación, y si decide afrontar el bien y el mal en una experiencia total y absolutamente libre, desechando definitivamente cualquier Objetivo final y toda ley proveniente del cielo, semejante determinación moral libre, que se refiere a los valores primarios de la existencia, significa que ese hombre excluyó por completo a Dios de su universo de vida y de pensamiento.
Pero, ¿qué es lo que acabo de describir, sino una especie de acto de fe, un acto de fe en sentido opuesto, cuyo contenido no es una adhesión al Dios trascendente, sino, por el contrario, una negación de Él?
Ahora bien, ¿qué significa todo esto? El ateísmo absoluto tiene su punto de partida en un acto de fe en sentido opuesto y constituye un compromiso de tipo enteramente religioso. Aquí nos hallamos frente a la primera inconsistencia interna del ateísmo contemporáneo: el ateísmo contemporáneo proclama que necesariamente debe desaparecer toda religión, y él mismo es un fenómeno religioso.
La segunda contradicción es muy semejante a la primera. El ateísmo absoluto comienza pretendiendo que el hombre se convierta en el único amo de su propio destino, totalmente libre de toda "enajenación" y de toda heteronomia, total y decisivamente independiente de todo Objetivo final, así como de toda ley eterna impuesta por un Dios trascendente. ¿Acaso la idea de Dios no se origina, de acuerdo con los ateos teóricos, en una enajenación de la naturaleza humana, separada de su verdadera esencia y transmutada en un ideal, y en una imagen sublimada cuya misma trascendencia y atributos soberanos aseguran la sumisión del hombre a un tipo de existencia esclavizada? ¿No es acaso liberándose de esa imagen sublimada, y de toda trascendencia, como la naturaleza humana alcanzará la plenitud de su propia estatura y de su propia libertad y llevará a cabo la "reconciliación final entre esencia y existencia"?
Pero ¿cuál es el verdadero Objetivo final de la filosofía de la inmanencia absoluta, que se identifica con el ateísmo absoluto?
Todo cuanto anteriormente se consideró superior al tiempo y partícipe de alguna cualidad trascendente – ya se trate de valores ideales o de la realidad espiritual – queda ahora absorbido en el movimiento de la existencia temporal y en el océano del devenir y de la historia. La verdad siempre es lo que se ajusta a las exigencias de los acontecimientos engendrados por la historia. En consecuencia, la verdad cambia a medida que pasa el tiempo. Un acto mío que hoy es meritorio, mañana será criminal. Y atendiendo a esto es como mi conciencia debe juzgarlo. El intelecto humano y la conciencia moral tienen que hacerse heroicamente dóciles.
No estoy restando importancia al alcance espiritual de la actitud moral del ateo absoluto. Por el contrario, estoy acentuando la significación de esa especie de desinterés místico y los elementos de grandeza y de generosidad que encierra. Pero afirmo que esta actitud moral supone asimismo una inconsistencia básica y que todo el proceso es, en última instancia, un fracaso. La ruptura con Dios comienza como un deseo de independencia y emancipación totales, como un rompimiento orgullosamente revolucionario con todo aquello que somete al hombre a la enajenación y a la heteronomia; y acaba en obediencia y en postrada sumisión al movimiento todopoderoso de la historia; es una especie de sacra entrega del alma humana al dios ciego de la historia.
5. Desarrollo de la tesis
Luego de haber hecho un recorrido por los diversos estamentos que sugieren una afirmación o negación de la tesis, hemos de comprender que el sentido de la misma se encauza en la búsqueda de la sostenibilidad de la inconsistencia del ateismo contemporáneo o, para ser más claros, de los ateismos contemporáneos.
Al referir a la inconsistencia podríamos darnos cuenta que dentro de las perspectivas de los ateismos contemporáneos, las bases de la negación de la existencia de Dios se encuentran poco sentadas, lo cual hace que podamos ir dirimiendo el contenido que poseen en la búsqueda de los vacíos que estos presentan.
*En primer lugar, cabe hacer una afirmación radical sobre el ateísmo. Parece que él, el ateismo, responde a la urgencia de expresar una radical tendencia irreverente ante la religión, una actitud de rebeldía contra todo lo que represente la ley. Este es el caso de Marx, de los Existencialistas y en cierto modo de todas las demás posturas que se han enumerado. Cuando digo que hay una afirmación radical es porque puede interpretarse la postura de ellos como una simple decisión a combatir, radicalmente, una verdad que no desean aceptar porque prefieren actuar según otros principios particulares y no sobre acuerdos y normas consensuados, como en el caso del fenómeno religioso.
En este sentido, lo primero que hay que decir, y me uno de modo particular a este planteamiento, es que una de las inconsistencias del ateismo contemporáneo es la de objetar la idea de Dios, partiendo de un rechazo superfluo buscando afirmar las tendencias particulares.
*En un segundo momento, creo necesario hacer ver que los límites de los seres humanos se encuentran propuestos como perfecciones y como puntos últimos de juicio y de comparación en los escenarios típicamente cientificistas. Aunque hay un grado de verdad que proviene del análisis y comprensión de los datos empíricos, hay un nivel de verdad que quizás es mayor y plenamente objetivo y pasa por otras vías del conocimiento del ser humano que sólo por el conocer científico.
Un dato puede interpretarse en infinidad de modos. Tales interpretaciones pueden llevar a afirmar la no existencia de Dios. Pero los datos no proporcionan una verdad suprema. Conocer a Dios también puede implicar analizar datos y experiencias. Los datos particulares y aislados no afirman ni contradicen una verdad. Una afirmación o negación de modo lógico tendría que proceder del análisis de diferentes datos empíricos y por supuesto de una reflexión última de todos ellos, mientras que si sólo se afirma en respuesta a los hechos particulares y aislados, se puede obtener un resultado que no corresponde con la realidad. Además, si se quiere, un dato aislado e irrepetible no puede ser considerado como condición necesaria para que se cumpla una teoría o un postulado.
En este sentido, podemos recurrir a los postulados de la verdad científica: para que se pueda afirmar o negar algo, es decir, para establecer en definitiva una verdad científica, es necesario el consenso de una comunidad en un nivel de objetividad en el cual concuerden diferentes aspectos y, dicha objetividad, ha de mostrarse y valorarse en una aceptación general de los individuos de la sociedad. Por tales razones, se puede considerar que es inválido afirmar con datos empíricos particulares la no existencia de Dios.
*Por otro lado, sin menos precio de ninguna de las posturas esgrimidas anteriormente en los argumentos en contra, es menester hacer referencia a la condición moral de la persona que vive en el mundo y desea actuar de tal o cual modo. Situándonos en las perspectivas del ateismo práctico y existencialista, nos podríamos dar cuenta, haciendo un juicio desde las apreciaciones de Jacques Maritain, que la propuesta de un ateismo en dichos sentidos prácticos y existencialistas, se ven desajustados en cuanto a ser realmente ateismos. Tal afirmación la hago en relación a que para considerar de modo radical la ausencia de Dios, este no debe ser apreciado de ningún modo. En el caso del ateismo práctico Dios es algo, un ser que se encuentra allí, pero que no influye sobre nuestra hacer, pues es un valor no considerado dentro de una escala particular de valores. En este sentido, dichas afirmaciones no corresponden directamente a una negación de la existencia de Dios o de la privación de Dios. Sólo corresponde a una crítica a la presencia de Dios o a un desconocimiento, ignorancia, del ser de Dios.
Lo mismo se puede apreciar en el ateismo de corte existencialista. El valor supremo se coloca en otra situación. Supongamos el caso de Nietzsche, refiere al valor supremo en la apreciación más propia del superhombre. Con ello puede rechazar una idea agustiniana en la que Dios se encuentra en el mismo ser del hombre, más íntimo que su misma intimidad y eso es lo que da la plenitud al ser humano dotado de infinitas dimensiones en las que todas son imagen de Dios.
En esta posibilidad de negación de la existencia de Dios, no podemos dejar de nombrar lo bueno que ha sido Sartre en demostrar que la existencia del ser humano en libertad plena rechaza cualquier atisbo de existencia de Dios. Sin embargo, hay que reconocer que el hombre posee una condición de libertad, impuesta, pero ¿impuesta desde quién o por quién? Es una condición que le puede sugerir un orden y una perfección. De allí que se puede pensar que esto puede existir un ser Absoluto trascendente que posea esto en un grado sumo. Si se es perfecto, ¿por qué no puede haber algo más perfecto que nuestra naturaleza no perfecta sino limitada y en camino a la perfección?
*Ahora bien, supongamos que desde estos estamentos no conseguimos la oportunidad para que decididamente se demuestre que el ateismo es inconsistente, podemos hacer notar un punto más en el desarrollo de estas proposiciones. Supongamos que la idea de Dios es el producto de una inconsistencia de la capacidad psicológica humana, manifestada en una ausencia de padre o en la urgencia de colmar vacíos psicológicos y necesidades latentes en la persona. Si esto ocurre, cómo podríamos afirmar que una idea pueda satisfacer deseos de hambre, de sed, de seguridad, de compañía. Es claro que la psiquis del ser humano puede crear situaciones ilusorias que correspondan a la verdad, sin embargo, al tener cubiertas estas necesidades, lo más lógico que puede ocurrir es que la idea que una persona se haya formado para satisfacer dichas necesidades desaparezca. No se puede albergar una idea que no se considera real en tanto que la realidad es la que motiva el hacer de la persona o la actuación de la persona, es decir, es su condición.
Por otro lado, no se puede afirmar una especie de consciencia común, ni mucho menos una especie de psiquis común en la que todos participamos, de allí que no se puede generalizar un problema o desajuste psicológico de algunos individuos a una colectividad. El colectivo aprecia la verdad de un hecho y lo reconoce en cuanto que tiene experiencia con el mismo y en cuanto que testimonia su experiencia a otros.
* Todos los planteamientos anteriores, que afirman la no existencia de Dios, no son más que la posibilidad de análisis y comprensión del ateísmo como una postura realmente ambiciosa en su multiplicidad de exigencias prácticas, pero que no poseen una justificación adecuada sobre la base de presupuestos claros, ni mucho menos de datos comprobables.
Es claro que el ateísmo se presenta en forma radical, no conserva un mínimo de probabilidad en la existencia de Dios, por el contrario, intenta, de forma absoluta, destruir el ser de Dios. Ante tal propuesta, la radicalidad de sus presupuestos y sus posibles fundamentos no es tal, sus argumentos son desestabilizados sobre la base de la opción personal y la inconsistencia en las perspectivas del actuar respecto a la ley. En una opinión más existencialista, el ateísmo que intenta liberarse de la presencia de Dios, pues éste es un opresor y represor de la libertad característica del ser humano. Así, el ateismo, se convierte en nueva religión con la exaltación y supremacía del hombre y de la contingencia a la que se encuentra sometido en un mundo cambiante y de constante variación. Esto no es más que la génesis de un nuevo culto al ser humano como ser supremo y al mundo, visto como el reino esperado y ansiado por todos.
La afirmación última de Maritain, al respecto del ateísmo, no es más que la de afirmar que el ateísmo se convierte en radical cuando el ateísmo práctico ha llegado a ser creído, es decir, cuando el hombre común alcanza creer lo que ha vivido en forma de praxis, aunque eso no sea lo que realmente considera para sí, es decir, el ateísmo práctico se convierte en absoluto cuando el hombre permite que el actuar cotidiano y la inmanencia se apoderen de su modo de pensar, allí es cuando ocurre el nacimiento de un nuevo culto, el culto a la praxis, a la inmanencia. En tal sentido, no hay ateísmo, hay opción de fe por otros cultos, por el culto al hombre, a la razón o a la praxis que intenta justificarse en el rechazo al Dios supremo, creador y cercano a la realidad humana.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
[1] Cf. MORENO V., Diccionario de pensamiento contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, 102.
[2] Cf. FERRATER J., Diccionario de filosofía, tomo I, Ariel, Barcelona – España 1994, 259.
[3] Cf. MORENO V., Diccionario de pensamiento contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, 104-105.
[4] Cf. MORENO V., Diccionario de pensamiento contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, 106.
[5] NEIRA E., Ateísmo y creencia en Dios, en http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/14100/1/ateismo_contemporaneo.pdf, s/f.
[6] Cf. MORENO V., Diccionario de pensamiento contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, 368-375.
[7] Cf. QUINTANILLA M., Diccionario de filosofía contemporánea, Sígueme, Salamanca 19792, 112-114.
[8] Cf. FERRATER J., Diccionario de filosofía, tomo I, Ariel, Barcelona – España 1994, 903-913.
[9] Cf. FERRATER J., Diccionario de filosofía, tomo I, Ariel, Barcelona – España 1994, 1165.
[10] Cf. MORENO V., Diccionario de pensamiento contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, 492.
[11] 18 de mayo de 1872 - 2 de febrero de 1970. Fue un filósofo, matemático y escritor británico. Filosóficamente hablando, podemos considerarlo como un neorrealista, contrario al idealismo y al pragmatismo, corrientes filosóficas que rechaza porque posee una tendencia a resolver los hechos físicos y psíquicos en los objetos. Su tendencia es empírica y naturalista, esto lo lleva a internarse en los campos del conocimiento científico. Podríamos decir que está ubicado, específicamente, en un cientismo ingenuo dentro del cual la tendencia realista no logra mantenerse lejana de vagas aspiraciones de la realización de una totalidad cósmica.
[12] Cf. MUÑOZ R., Historia de la filosofía occidental, tomo II, Edicep, Valencia – España 2005, 562-563.
[13] Cf. REALE G. – ANTISERI D., Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo III, Herder, Barcelona – España, 19922, 577.
[14] URDANOZ T., Historia de la filosofía, tomo VII, BAC, Madrid 1984, 154.
[15] Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939. Un dato interesante es que Freud antes de desarrollar el Psicoanálisis era ateo.
[16] MUÑOZ R., Historia de la filosofía occidental, tomo II, Edicep, Valencia – España 2005, 475-476.
[17] Cf. MUÑOZ R., Historia de la filosofía occidental, tomo II, Edicep, Valencia – España 2005, 373.
[18] Cf. MUÑOZ R., Historia de la filosofía occidental, tomo II, Edicep, Valencia – España 2005, 383.
[19] CORETH E. - EHLEN P. - SCHMIDT J., La filosofía del siglo XIX, Herder, Barcelona 1987, 201.
[20] Cf. URDANOZ T., Historia de la filosofía, tomo V, BAC, Madrid 1975, 88.
[21] URDANOZ T., Historia de la filosofía, tomo V, BAC, Madrid 1975, 88-89.
[22] NIETZSCHE F., Zaratustra, 353.
[23] Cf. CORETH E. - EHLEN P. - SCHMIDT J., La filosofía del siglo XIX, Herder, Barcelona 1987, 166.
[24] Cf. CORETH E. - EHLEN P. - SCHMIDT J., La filosofía del siglo XIX, Herder, Barcelona 1987, 167.
[25] Cf. CORETH E. - EHLEN P. - SCHMIDT J., La filosofía del siglo XIX, Herder, Barcelona 1987, 168.
[26] NIETZSCHE F., Zaratustra, 106.
[27] CORETH E. - EHLEN P. - SCHMIDT J., La filosofía del siglo XIX, Herder, Barcelona 1987, 168.
[28] SARTRE J., Les Mots, París, 1964, P. 211
[29] SARTRE J., El diablo y Dios, Losada, Buenos Aires, 1957, 151.
[30] MARITAIN J., La significación del ateísmo contemporáneo, 1949.
[31] NEIRA E., Ateísmo y creencia en Dios, en http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/14100/1/ateismo_contemporaneo.pdf, s/f
[32] S. Buenaventura (1221-1274), de Bagnorea, contemporáneo de Santo Tomás.
[33] AMERIO F., Historia de la filosofía, CCS, Madrid 1965, 156.
[34] Cf. AMERIO F., Historia de la filosofía, CCS, Madrid 1965, 157-159.
[35] MUÑOZ R., Historia de la filosofía occidental, tomo II, Edicep, Valencia – España 2005, 526.
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