lunes, 18 de mayo de 2009

Tesina 6

Tesis 6

1. Enunciado de la tesis

La variedad de criterios de verdad, concebidos y defendidos a lo largo de la historia, sea el de intuición, el de la correspondencia, el de la relevancia, el de la convención, entre otros que pudieran sumarse, ponen de manifiesto el carácter aproximativo del saber humano frente a la presea epistemológica que ostenta.
2. Explicación de los términos
Criterios de verdad o de certeza hace referencia a la epistemología y nos dice que es la“norma, método o regla que nos permite decidir cuándo un enunciado es verdadero. El criterio, evidentemente, depende de la teoría sobre la verdad que se tiene, es decir, de la explicación que se da a la pregunta sobre qué queremos decir cuando afirmamos que un enunciado es verdadero. Esta distinción desaparece en la teoría de la verdad como coherencia y en la teoría pragmática de la verdad (en ésta, en menor medida). Para la primera,” porque sólo se basa en la deducción de enunciados “ y para la segunda, algo es verdadero sólo si es «útil», o «práctico» o «adecuado», o si en la práctica «resulta». En ambas teorías, parece que la cuestión de la verdad se reduce a un problema de criterio -cuándo un enunciado es verdadero-, más que a un problema de concepto -qué se entiende por enunciado verdadero. La verdad de un enunciado es siempre un concepto importante por sí mismo, aunque no se disponga de un criterio concreto de decisión.” Y es importante lo que se entiende por Verdad. Aquí se entiende que viene “del latín veritas, que traduce el griego alétheia, compuesto de negación y la raíz del verbo lanthano, estar oculto; por tanto «lo que está patente». Es la conformidad entre lo que se dice, piensa o cree y la realidad, lo que es o lo que sucede. Así se ha entendido tradicionalmente la verdad interpretada como correspondencia, o coincidencia, entre la mente y la realidad o los enunciados y los hechos. En sentido estricto es la correspondencia de una proposición o enunciado con los hechos.[1]
Historia viene “del griego historía, investigación, ciencia, de historein, describir, investigar; en Aristóteles, conocimiento de lo individual. Conjunto de hechos acontecidos en el pasado referibles al hombre (significando las res gestas, cosas hechas) y también investigación y descripción de estos mismos hechos pasados (significando la historiam rerum gestarum, historia de las cosas hechas). El objeto de esta ciencia son los hechos pasados del hombre pero no cualquier clase de hechos, sino aquellos precisamente que se consideran relevantes social o políticamente. Y a continuación será entendido como el que hace referencia a los acontecimientos humanos de relevancia epistemológica.[2]
Intuición es un término que viene “del latín intuitus, mirada, de intueri, fijar la mirada. En un sentido ordinario y general, puede entenderse como tal el «pálpito» o el «presentimiento» que alguien se atribuye cuando dice saber algo sin ser consciente de las razones por las que lo sabe. Son fenómenos psicológicos complejos, cuya interpretación incumbe a la psicología. En sentido filosófico, se define como un conocimiento inmediato, en el que el objeto conocido es captado directamente por la facultad correspondiente, la sensibilidad o el entendimiento. Como conocimiento, la intuición puede referirse a una u otra de las facultades mencionadas; en el primer caso se trata de conocimiento intuitivo sensible, o experiencia de lo particular y concreto, y en el segundo, de un posible conocimiento intuitivo de carácter intelectual de un principio, una idea o un concepto, conocimiento que generalmente no se admite o, por lo menos, cuyo sentido es muy discutible.[3]
Correspondencia es vista como la “teoría que explica la verdad como una propiedad de los enunciados, consistente en una relación de coincidencia entre el enunciado y el hecho, o entre el pensamiento y la realidad. La correspondencia puede entenderse en dos sentidos: en un sentido estricto de correspondencia como «congruencia» y en un sentido amplio de correspondencia como «correlación». La primera sostiene que el enunciado es un copia de la realidad, a la que refleja como un espejo, y que la estructura del enunciado corresponde a la estructura de la realidad; la segunda, simplemente que el sentido global del enunciado coincide con lo que es el caso.[4]
Relevancia en este caso lo que viene a significar es el grado de importancia que tiene algún objeto de conocimiento que es puesto en parangón con otros, o bien, es también el objeto de conocimiento que es sacado como “más” importante, como superior en una apreciación general en una diversidad de cuestiones similares o que tienen relación.[5]
Convención se observa desde una vista amplísima, pero se toma en cuenta que para las teorías de la verdad como consenso, la verdad de un enunciado no es una propiedad del mismo, sino un asentimiento o consenso obtenido entre interlocutores racionales. Para el convencionalismo en general, la verdad o la falsedad de las leyes científicas no es cuestión de contrastación empírica propiamente dicha, sino del consenso que obtienen dentro de la comunidad científica.” “Prescindiendo de un significado social muy amplio, según el cual convención es toda práctica social normalmente aceptada, un uso o una costumbre social, el sentido filosófico le viene a la palabra desde el terreno jurídico, donde supone un pacto entre dos partes. Se define, pues, en este ámbito jurídico como pacto bilateral. Su capacidad de crear derecho la hace aplicable a otros terrenos filosóficos, como son la ética, la filosofía del lenguaje, la epistemología y la filosofía de la ciencia, con la salvedad de que, en estos nuevos casos, el derecho que origina la convención ha de entenderse, respectivamente, como fuente de moralidad, arbitrariedad del significante, consenso sobre la verdad o falsedad de un enunciado, o decisión que se toma sobre enunciados generales aptos para la predicción y la explicación. [6]
Saber humano en este contexto se comprende de dos maneras: una primera es como todo el cúmulo de conocimientos alcanzados por la humanidad, mientras que el segundo corresponde a la capacidad humana para alcanzar conocimientos o construirlos. Aunque más bien aquí haremos referencia a esta terminología considerando que saber humano tiene relación con el hecho de decir que es el cúmulo de conocimientos alcanzados a lo largo de la historia, pero más que estáticos los que son producidos, generados por el hombre, es una dinámica, entonces, todos los criterios y concepciones de verdad en la historia generados acuciantemente por el hombre. Es reconocido por la cultura. Algunos son de carácter científico, filosófico, teológico…[7]
Presea epistemológica corresponde a decir que es el premio de la búsqueda de la verdad, del conocimiento. Así se considera que epistemología viene “del griego epistéme, conocimiento o ciencia, y logos, teoría o estudio. Etimológicamente significa «estudio del conocimiento», o «estudio de la ciencia», y puede entenderse como la rama de la filosofía que estudia los problemas del conocimiento. Este término, que empieza a generalizarse a finales del s. XIX, sustituyendo al más antiguo de teoría del conocimiento y, luego, al de gnoseología, presenta cierta ambigüedad, por lo que no siempre se usa con idéntico sentido. En consecuencia, presea epistemológica es el logro del conocimiento o de rozar su pretensión.[8]
3. Posturas a favor o en contra de algunos filósofos

4. Desarrollo de la tesis
5. Conclusión

A continuación aparecen los siguientes términos:
(Tesis 5 y 6)
Lenguaje; saber; construcción; criterio; verdad; adecuación; pragmática; consenso; coherencia; correspondencia; semántica; historia; intuición; convención; epistemología.

LENGUAJE:
Es una “Facultad, según algunos innata, propia del ser humano, instrumento del pensamiento y la actividad, y el más importante medio de comunicación. Es un instrumento sumamente elaborado y complejo, organizado en diversos niveles y creativo, con el que el hombre puede expresar verbalmente un número no limitado de ideas, sensaciones, situaciones, etc., y que permite aludir a las cosas y situaciones en su ausencia.”

SABER
Más bien ayuda el término Sabiduría para comprenderlo. Así que podemos decir que viene “del latín sapientia, comportamiento racional que dirige el pensamiento en todos los ámbitos del conocer y el obrar.
El conocimiento supremo era sólo filo-sofía, anhelo de sabiduría.
Así se puede concebir de forma bastante ecuánime el término Saber entendido como Sabiduría.

CONSTRUCCIÓN
Viene “del latín constructio, reunión de materiales para edificar o construir.” Pero se entiende más bien como “Acción de la mente por la que se da entidad objetiva a diversos elementos imaginarios y convencionales que se constituyen en un todo denominado constructo con finalidades teóricas.” En la epistemología se cree que es “la actividad del sujeto humano que constituye al objeto conociéndolo. En todas las teorías cognoscitivas se distingue entre lo dado a la conciencia y lo construido por la conciencia.”

CRITERIO
Tiene su raíz “del griego kriterion, norma con la que se consigue juzgar o valorar.” Es “aquello que permite razonablemente distinguir o diferenciar una cosa de otra. Comúnmente se aplica al ámbito de la epistemología o de la ética. En el primer caso se habla de criterio de verdad o de certeza, cuya utilidad estriba en poder distinguir los enunciados verdaderos de los falsos, o lo que se sabe de lo que se cree saber. En el segundo, de criterio moral, cuando se juzga no sobre la verdad o falsedad, sino sobre la bondad o maldad de las acciones y la conducta humanas.”
Profundizando en lo que significa Criterio de verdad o certeza acudimos a la epistemología y nos dice que es la“norma, método o regla que nos permite decidir cuándo un enunciado es verdadero. El criterio, evidentemente, depende de la teoría sobre la verdad que se tiene, es decir, de la explicación que se da a la pregunta sobre qué queremos decir cuando afirmamos que un enunciado es verdadero. Esta distinción desaparece en la teoría de la verdad como coherencia y en la teoría pragmática de la verdad (en ésta, en menor medida). Para la primera,” porque sólo se basa en la deducción de enunciados “ y para la segunda, algo es verdadero sólo si es «útil», o «práctico» o «adecuado», o si en la práctica «resulta». En ambas teorías, parece que la cuestión de la verdad se reduce a un problema de criterio -cuándo un enunciado es verdadero-, más que a un problema de concepto -qué se entiende por enunciado verdadero. La verdad de un enunciado es siempre un concepto importante por sí mismo, aunque no se disponga de un criterio concreto de decisión.”
Pero al hablar de Criterio Moral debemos asumir que son “los principios de acuerdo con los cuales el hombre juzga acerca de la moralidad en general y de la moralidad de una acción concreta en particular. Los grandes criterios morales coinciden con las grandes teorías acerca de qué es el bien y, en cuanto principios inmediatos de la moralidad de una acción humana, coinciden con el dictamen moral de la propia conciencia, que adopta la forma de juicios de obligación moral o de juicios de valoración moral. Los primeros son los llamados juicios deónticos y los segundos, juicios de valor o valoraciones. En ambos casos se trata de un acto de la razón práctica. En la adopción de un criterio moral pueden colisionar las convicciones personales con las costumbres y normas morales de la sociedad o de un grupo humano. Puede considerarse que estas últimas son, o formulan, la norma objetiva de moralidad, mientras que la conciencia moral es, a la vez, norma subjetiva, pero última e inmediata de la moralidad.
El criterio moral de una persona ha de poner de acuerdo la norma objetiva de moralidad con la propia conciencia, no sólo en el momento de percibir la obligatoriedad o el valor moral de una acción, o no, sino también con anterioridad a la acción. Con lo que suele llamarse conciencia antecedente, ha de ajustar sus principios prácticos de moralidad al principio racional de hacer el bien o de obrar de acuerdo con la razón socialmente aceptada. La variabilidad histórica y geográfica de los criterios morales, el relativismo moral, por tanto, depende en gran medida del tipo de valores que se aceptan socialmente en una época determinada.”

VERDAD
Verdad viene “del latín veritas, que traduce el griego alétheia, compuesto de negación y la raíz del verbo lanthano, estar oculto; por tanto «lo que está patente». Es la conformidad entre lo que se dice, piensa o cree y la realidad, lo que es o lo que sucede. Así se ha entendido tradicionalmente la verdad interpretada como correspondencia, o coincidencia, entre la mente y la realidad o los enunciados y los hechos. En sentido estricto es la correspondencia de una proposición o enunciado con los hechos. Por ello decimos que un enunciado es verdadero si describe los hechos como son y que es falso si no los describe como son. En consecuencia, la verdad es, ante todo, una propiedad del discurso declarativo; lo verdadero o lo falso pertenece a los enunciados o proposiciones y no a los hechos. Es, pues, un concepto puramente epistemológico. Así lo ha entendido fundamentalmente la tradición, desde Aristóteles hasta los lógicos modernos, entre ellos Tarski.” Aunque cabe denotar que no todos los enunciados verdaderos lo son por su correspondencia con los hechos. Para evidenciarlo habría que tomar contacto con las diversas concepciones de verdad. Pero “no siempre se ha dado al concepto de verdad esta consideración simplemente epistemológica. Las distintas acepciones de verdad a lo largo de la tradición filosófica occidental se deben a influencias de la tradición bíblica y de la primera filosofía griega.
En los comienzos de esta última, aparece ya en el poema de Parménides, la noción de verdad (alétheia) opuesta a la de simple opinión (doxa), como ligada a la del ser (on) y a la del decir (logos), de modo que el pensar y el ser han de ser lo mismo.
La idea de verdad como relación simétrica de coincidencia se presenta por vez primera explícitamente en Platón, aunque este autor no desarrolla ninguna teoría específica al respecto. Según Platón, el discurso (logos) que manifiesta la realidad es verdadero.
Aristóteles interpreta esta relación como el juicio que une o separa lo que en la realidad está unido o separado, es decir, el juicio que expresa la realidad tal como es; son los comienzos de la llamada teoría de la coincidencia o correspondencia.
En el Nuevo Testamento la verdad se refiere ante todo a la «fiabilidad» o fidelidad de Dios, a la palabra de Dios, al Evangelio y, sobre todo, a Jesucristo en quien se sustantiva: Dios o Jesucristo son «la Verdad».
El neoplatonismo unirá los dos caminos: el griego y el bíblico, de modo que, para Agustín de Hipona, la verdad es tanto el nous (la inteligencia) neoplatónico como el logos (la Palabra) del Nuevo Testamento. Con ello la verdad adquiere un rango ontológico: es algo que la mente descubre; existen la Verdad (Dios), las verdades eternas (las ideas de la mente divina) y la verdad que el alma conoce, adentrándose en sí misma, por cierta iluminación interior.
La Edad Media hace de la verdad uno de los trascendentales del ser, una de las propiedades que todo ente tiene: lo que es, por el mero hecho de ser, es verdadero, esto es, inteligible, siendo Dios la razón última de la verdad o inteligibilidad de todo ente.
Con Guillermo de Occam y el nominalismo de la crisis de la Escolástica, los trascendentales medievales se convierten en meros nombres o conceptos, con lo que empieza a hablarse simplemente de la verdad epistemológica y de la verdad lógica.
Con la filosofía moderna, la verdad pierde su status ontológico y pasa a ser definitivamente una cuestión epistemológica: en Descartes, la verdad se convierte en el problema de la certeza, o de la evidencia, si bien Dios continúa siendo todavía el garante de este criterio de certeza, de la misma forma que Leibniz habla aún del entendimiento divino como fuente de las verdades eternas.
En cambio, para otros empiristas y racionalistas, como Hobbes, Spinoza y Locke, la verdad es sólo propiedad del enunciado.
En Kant, la verdad es «trascendental» en un nuevo sentido, esto es, se refiere a las condiciones a priori, existentes en el sujeto humano, que hacen posible la concordancia del entendimiento con su objeto. Debido a la revolución copernicana de los planteamientos kantianos, la verdad es la conformidad de la experiencia con los conceptos puros del entendimiento o categorías.
El concepto kantiano de verdad es interpretado dialécticamente en el idealismo alemán como relación de identidad del sujeto, el entendimiento, con el objeto, la idea.
Hegel hace del «todo», de la idea, sujeto y objeto a la vez, el portador histórico de la verdad.
La «izquierda» hegeliana, por obra de Feuerbach y Marx, sobre todo, invierte el idealismo hegeliano, de modo que la verdad es la «existencia», o el «hombre», y así deja de ser una cuestión de la teoría para serlo de la praxis.
El carácter histórico de la verdad es puesto de relieve principalmente por el existencialismo de Heidegger, quien también da a la verdad una condición ontológica, al considerarla propiedad del ser y no de la mente, y por la denominada filosofía hermenéutica; que la verdad tenga una interpretación histórica lleva a la cuestión no sólo del carácter relativo de lo verdadero, y por tanto a la definición de qué es verdad, qué significa que un enunciado sea verdadero, sino también a la cuestión del criterio de verdad: cómo sabemos que un enunciado es verdadero.
El neopositivismo sustituye la cuestión de la verdad por la del sentido y la verificación de un enunciado; la verdad o el sentido de un enunciado consisten en su verificabilidad.
Karl R. Popper, que hablando de las teorías científicas prefiere referirse al concepto de «verosimilitud», o proximidad a la verdad, más que al de «verdad», acepta la noción tradicional de verdad como correspondencia, sobre todo en la versión que de ella da la teoría semántica de la verdad, de Tarski.
En la actualidad, las principales explicaciones sobre el sentido de la verdad se deben a la teoría de la correspondencia, o teoría semántica de la verdad, la teoría de la coherencia y la teoría pragmática de la verdad. En todas ellas se mantiene la idea básica de que la verdad consiste en una relación, difiriendo sólo en la determinación de los términos de dicha relación: relación de una proposición con los hechos; relación de una proposición con un conjunto establecido de proposiciones y relación de una proposición con la práctica, la acción o la utilidad.”

ADECUACIÓN
La adecuación se entiende como “teoría clásica de la verdad, según la cual un enunciado es verdadero si hay adecuación, esto es, cierta forma de igualdad o correspondencia, entre lo que afirma el enunciado y el hecho a que se refiere. La expresión procede de la definición medieval de verdad entendida como adaequatio rei et intellectus [adecuación, o coerespondencia, entre el objeto y el pensamiento], y es otra manera de nombrar la teoría de la correspondencia.”


PRAGMÁTICA
Es la “teoría sobre la verdad que se engloba dentro de otra teoría epistemológica más general, el pragmatismo, iniciado por Charles Sanders Peirce (1839-1914), según el cual el significado de un concepto o de un enunciado se ve en la práctica. De acuerdo con estos principios, y más bien debido a una formulación de William James (1842-1910), se la define como propiedad de toda proposición o enunciado -James habla más bien de «creencias»- que en la práctica funciona, resulta o tiene consecuencias útiles. Esta utilidad no debe entenderse en un sentido meramente tecnológico o práctico de alcance inmediato, sino en un sentido mucho más amplio.
Para Peirce un enunciado es verdadero si y sólo si es aceptado por todo aquel que tiene suficiente información sobre lo que afirma. Para James, una creencia es verdadera si se muestra útil para quien la cree.”

CONSENSO
Aquí el Consenso es visto como “variante de la teoría pragmática de la verdad, atribuible a Jürgen Habermas, según el cual «verdad» no es un predicado o propiedad de una proposición o enunciado, sino una exigencia ideal del mismo, por la que se reclama de los demás el asentimiento, o el consenso intersubjetivo, una vez presentadas las justificaciones con que se sostiene y se afirma un enunciado. El trasfondo de esta teoría supone que los enunciados que se pretenden verdaderos, como actos lingüísticos que son, se profieren en una situación ideal de diálogo, en la que ha de ser posible un discurso libre y racional.”

COHERENCIA
La Coherencia es vista como la “teoría de la verdad, principalmente mantenida en las ciencias formales y en los sistemas axiomáticos, según la cual una proposición o enunciado es verdadero cuando es compatible con un conjunto coherente de proposiciones o enunciados, o deducible de los axiomas. Así, por ejemplo, la verdad del teorema de Pitágoras reside en primer término, no en su aplicabilidad a la realidad, sino en el hecho de ser una consecuencia deductiva de los axiomas y postulados de Euclides; referido a otro conjunto de axiomas podría ser falso o vacío de significado.”

CORRESPONDENCIA
Aquí la Correspondencia es vista como la “teoría que explica la verdad como una propiedad de los enunciados, consistente en una relación de coincidencia entre el enunciado y el hecho, o entre el pensamiento y la realidad. La correspondencia puede entenderse en dos sentidos: en un sentido estricto de correspondencia como «congruencia» y en un sentido amplio de correspondencia como «correlación». La primera sostiene que el enunciado es un copia de la realidad, a la que refleja como un espejo, y que la estructura del enunciado corresponde a la estructura de la realidad; la segunda, simplemente que el sentido global del enunciado coincide con lo que es el caso. Defensores de la teoría de la correspondencia como congruencia son Platón, en la antigüedad, y Russell en la contemporaneidad; mientras que Aristóteles y J.L. Austin pueden considerarse como defensores, de una y otra época, respectivamente, de la correspondencia entendida como simple correlación.
Por otro lado, la teoría de la correspondencia no prejuzga la cuestión del realismo: aunque normalmente interpretada en sentido realista, no exige necesariamente que lo que se considera un hecho sea realmente distinto de la mente.
La versión más conocida de teoría de la verdad como correspondencia a los hechos es la teoría semántica de la verdad propuesta por Tarski.”

SEMÁNTICA
Es la “teoría de la verdad desarrollada por Tarski, que precisa la definición de verdad en un sentido tradicional, el de verdad como correspondencia, y las condiciones formales que ha de cumplir un lenguaje para contener tal definición. Define, pues, «verdad» respecto de un lenguaje. Según esta teoría, que mantiene los principios de la tradición clásica occidental, iniciada por Aristóteles, «verdadero» es una propiedad (metalingüística) de toda proposición que describa (en un lenguaje objeto) un hecho tal como éste es en el mundo real. Se llama «semántica» porque «verdad» o «verdadero» son términos semánticos, cuyo significado sólo puede explicarse mediante un metalenguaje; un metalenguaje puede relacionar expresiones lingüísticas con hechos, mientras que un lenguaje objeto sólo puede hablar de sus propias expresiones lingüísticas o de los hechos, pero no relacionar unas con otros, so pena de caer en antinomias y paradojas. En el clásico ejemplo de Tarski «"La nieve es blanca" es verdadero en castellano si y sólo si la nieve es blanca», se enuncian todas las condiciones que nos permiten decir que el enunciado «La nieve es blanca» es verdadero:
1) Hay lenguaje objeto ("La nieve es blanca"); del cual se dice
2) en metalenguaje si es o no verdadero y en qué condiciones: «es verdadero en castellano si y sólo si la nieve es blanca».

HISTORIA
Historia viene “del griego historía, investigación, ciencia, de historein, describir, investigar; en Aristóteles, conocimiento de lo individual. Conjunto de hechos acontecidos en el pasado referibles al hombre (significando las res gestas) y también investigación y descripción de estos mismos hechos pasados (significando la historiam rerum gestarum). El primer sentido alude a la realidad del hombre que se desarrolla, como individuo social, en el tiempo; alude en definitiva, a la historicidad de la existencia humana. El segundo remite al conocimiento de esta misma realidad; a la historia de lo que acontece; en este segundo sentido se le da también el nombre de historiografía.
El objeto de esta ciencia son los hechos pasados del hombre pero no cualquier clase de hechos, sino aquellos precisamente que se consideran relevantes social o políticamente: las res publicae gestae, no las cosas privadas; de las primeras, no de la segundas, se construye la historia. Le es esencial a esta ciencia el ser una narración cronológica y objetiva de los acontecimientos, la temporalidad, por tanto, de los hechos en su acontecer lineal, en el que es posible establecer relaciones de causa y efecto, y no de mera sucesión, procurando al mismo tiempo una interpretación y explicación de los mismos.
Se le discute la posibilidad de recurrir a la experimentación de las hipótesis y a la predicción de los acontecimientos, pero se le atribuye la capacidad de comprender las consecuencias de la temporalidad del hombre y aun la de poder captar, de alguna forma, la «vida» humana. De hecho, la interpretación histórica, el método histórico, es uno de los aspectos de la hermenéutica.”

INTUICIÓN
Este término viene “del latín intuitus, mirada, de intueri, fijar la mirada. En un sentido ordinario y general, puede entenderse como tal el «pálpito» o el «presentimiento» que alguien se atribuye cuando dice saber algo sin ser consciente de las razones por las que lo sabe. Son fenómenos psicológicos complejos, cuya interpretación incumbe a la psicología. En sentido filosófico, se define como un conocimiento inmediato, en el que el objeto conocido es captado directamente por la facultad correspondiente, la sensibilidad o el entendimiento. Como conocimiento, la intuición puede referirse a una u otra de las facultades mencionadas; en el primer caso se trata de conocimiento intuitivo sensible, o experiencia de lo particular y concreto, y en el segundo, de un posible conocimiento intuitivo de carácter intelectual de un principio, una idea o un concepto, conocimiento que generalmente no se admite o, por lo menos, cuyo sentido es muy discutible.
Desde Kant queda claro que no existe la intuición intelectual y que, si se habla de intuición, debemos referirnos a objetos sensibles o fenómenos. El conocimiento intuitivo intelectual es generalmente rechazado, y no se admite la intuición como una fuente de conocimiento, porque todo conocimiento se define más bien como una creencia racional justificada, esto es, basada en razones, de las que uno debe ser consciente.
Cualquier enunciado que sea evidente para alguien, ha de serlo porque alguien tiene tan buenas razones para considerarlo verdadero que le producen la mayor certeza posible; la evidencia no funda el conocimiento, sino que es tan sólo la máxima certeza que proviene del conocimiento. En general, la teoría de la intuición, entendida como posibilidad de conocimiento inmediato de algo tanto en el orden sensible como en el intelectual, se ha basado en la doctrina tradicional de las facultades, de origen aristotélico. Las teorías epistemológicas actuales intentan más bien explicaciones de tipo lingüístico del conocimiento; por lo mismo, si se habla de intuición, exigen que se determine qué tipo de expresión proposicional adopta dicha intuición.
Históricamente, las teorías sobre la intuición arrancan de Platón y Aristóteles.
Platón habla del pensamiento puro, o nous, por oposición al conocimiento discursivo, o diánoia, y del conocimiento de la esencia de las cosas a través de la idea del Bien.
Aristóteles se refiere a la intuición intelectual (nóesis) de los primeros principios y de las esencias o universales, que no es más que el coronamiento de un conocimiento que comienza por los sentidos, pero que llega a captar la necesidad y la universalidad de los primeros principios o axiomas, cosa que los sentidos no pueden alcanzar.
La filosofía escolástica se ocupó preferentemente de la cuestión de si al hombre le compete alguna posibilidad de intuición intelectual, cuestión que se resolvía aludiendo a la situación futura del hombre bienaventurado en la contemplación intuitiva de la divina esencia.
La filosofía moderna retomó la idea de la intuición intelectual aristotélica de los primeros principios, y de ella hizo Descartes, como por lo demás había hecho ya Aristóteles, el punto de partida de todo pensar discursivo. A ella atribuye las características de la evidencia: la claridad y la distinción.
El empirismo matizó que dicha evidencia intelectual sólo podía tener comienzo en un conocimiento sensible.
La filosofía trascendental de Kant limitó la posibilidad de intuición al mundo fenoménico: la intuición empírica es la aceptación del objeto por medio de la sensibilidad; la intuición pura es la exigencia trascendental del espíritu de que toda intuición empírica suceda en el espacio y tiempo y es la manera como el espíritu piensa la posibilidad de todo objeto de la experiencia sensible. No hay posibilidad alguna de conocer intuitivamente, esto es, directamente, concepto alguno, puesto que todo concepto, si no ha de ser vacío, debe integrarse en la experiencia.
El idealismo alemán de Schelling, Fichte y Hegel, renovó la noción de intuición intelectual, transformada en la identidad absoluta del sujeto y el objeto.
En épocas recientes, Bergson y Husserl han fundamentado sus respectivos sistemas en una noción peculiar de intuición. Como que a la razón le resulta imposible captar el sentido de la vida, vivida desde la perspectiva humana, desde la duración, Bergson recurre a la vivencia directa de la misma, a la intuición, entendida como posibilidad del espíritu humano de acceder al corazón mismo de las cosas. Husserl, por su parte, se refiere a la «intuición eidética» como conocimiento directo de la esencia, que no se apoya en los hechos; al contrario, el conocimiento de éstos requiere el previo de la esencia, pasando de aquéllos a éstas por medio de la «reducción fenomenológica o eidética».
Por peculiares que puedan parecer estas ideas han constituido el trasfondo histórico sobre el que se ha edificado el existencialismo posterior.”



CONVENSIÓN
“Prescindiendo de un significado social muy amplio, según el cual convención es toda práctica social normalmente aceptada, un uso o una costumbre social, el sentido filosófico le viene a la palabra desde el terreno jurídico, donde supone un pacto entre dos partes. Se define, pues, en este ámbito jurídico como pacto bilateral. Su capacidad de crear derecho la hace aplicable a otros terrenos filosóficos, como son la ética, la filosofía del lenguaje, la epistemología y la filosofía de la ciencia, con la salvedad de que, en estos nuevos casos, el derecho que origina la convención ha de entenderse, respectivamente, como fuente de moralidad, arbitrariedad del significante, consenso sobre la verdad o falsedad de un enunciado, o decisión que se toma sobre enunciados generales aptos para la predicción y la explicación.
El carácter convencional de todas las leyes, incluidas las morales, fue defendido por vez primera por los sofistas, que, distinguiendo entre nomos y physis (naturaleza y convención), atribuyeron a la costumbre, uso o convención todo cuanto hacía referencia al mundo cultural y moral del hombre.
Según Platón, Sócrates planteó en el Eutifrón el problema mismo de la fundamentación de la ética: ¿son las cosas buenas porque placen a los dioses, o más bien placen a los dioses porque son buenas por sí mismas? A lo largo de la historia se han adoptado básicamente, como respuesta a esta cuestión, diversas formas de naturalismo o realismo ético y de relativismo y subjetivismo.
En la actualidad, Jürgen Habermas sostiene una «ética del discurso» en la que las normas morales se consideran correctas cuando son objeto de un consenso nacido del interés común, supuesta una situación ideal de diálogo racional.
Entre los problemas que el lenguaje suscita a la filosofía, el del carácter convencional de los signos lingüísticos es también una cuestión planteada en la antigüedad: en el diálogo de Platón, Cratilo, uno de los interlocutores sostiene la convencionalidad de las palabras. En la actualidad se admite que precisamente el hecho de que las palabras sólo adquieran significado desde el contexto lingüístico y vital en que se pronuncian demuestra que la relación entre signo lingüístico y significatum, o cosa, es convencional. En otro contexto, se habla de convenciones lingüísticas como una de las características fundamentales del lenguaje humano. Se denominan así aquellas regularidades, o prácticas comunes, en la conducta verbal de los miembros de una comunidad lingüística, que los hablantes mantienen voluntariamente por estar convencidos de que son beneficiosas para todos siempre y cuando uno pueda saber y confiar que, si está decidido a observarlas, los demás también lo harán: se entiende que estas convenciones fundamentan las mismas condiciones de posibilidad de la comunicación lingüística; la veracidad y la confianza, por ejemplo, son supuestos irrenunciables en la comunicación, como lo son, en otra medida, las metáforas o las ironías, pongamos por caso, que todo el mundo acepta que no deben interpretarse al pie de la letra.
Para las teorías de la verdad como consenso, la verdad de un enunciado no es una propiedad del mismo, sino un asentimiento o consenso obtenido entre interlocutores racionales. Para el convencionalismo en general, la verdad o la falsedad de las leyes científicas no es cuestión de contrastación empírica propiamente dicha, sino del consenso que obtienen dentro de la comunidad científica.”

EPISTEMOLOGÍA
Epistemología viene “del griego epistéme, conocimiento o ciencia, y logos, teoría o estudio. Etimológicamente significa «estudio del conocimiento», o «estudio de la ciencia», y puede entenderse como la rama de la filosofía que estudia los problemas del conocimiento. Este término, que empieza a generalizarse a finales del s. XIX, sustituyendo al más antiguo de teoría del conocimiento y, luego, al de gnoseología, presenta cierta ambigüedad, por lo que no siempre se usa con idéntico sentido. Cuando se le atribuye un significado tradicional y clásico, se refiere al estudio crítico de las condiciones de posibilidad del conocimiento en general, ocupándose de responder a preguntas como: ¿Qué podemos conocer?, o ¿cómo sabemos que lo que creemos acerca del mundo es verdadero? En este caso, su objeto de estudio coincide con el de la teoría del conocimiento. Pero asimismo -más bien recientemente- se le atribuye la función de ocuparse de la ciencia y del conocimiento científico, como objeto propio de estudio, por lo que se identifica con lo que, sobre todo en países de influencia anglosajona, se llama más adecuadamente «filosofía de la ciencia» (inicialmente entendida como «metodología de la ciencia» o «lógica de la ciencia»). La tradición francesa tiende a diferenciar entre una reflexión genérica sobre la ciencia (filosofía de la ciencia) y el estudio histórico y crítico de las ciencias, sus principios, sus métodos y sus resultados (epistemología). Mario Bunge, epistemólogo argentino que reside en el Canadá, usa indiferentemente «epistemología» o «filosofía de la ciencia» y, en la práctica, éste es, entre nosotros, el uso común.
[1] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.
[2] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.
[3] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.
[4] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.
[5] SALCEDO E…
[6] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.
[7] SALCEDO E…
[8] Cf. CORTÉS MORATÓ J. y MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía [CD], Editorial Herder, Barcelona 1996.

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