jueves, 28 de mayo de 2009

Tesis 18

IUSPO
Educación, mención Filosofía
Seminario de Síntesis Filosófica
RODRÍGUEZ Julián

RODRIGUEZ Luis
Los Teques, 21/05/09

TESIS Nº 18


ENUNCIADO DE LA TESIS.
En la ética de los derechos humanos el otro es límite y no posibilidad para el desarrollo de la persona.

EXPLICACIÓN DE LOS TÉRMINOS.
La ética es, en rigor, una disciplina que tiene como objeto de descripción y de reflexión la moral de los actos humanos, aunque a menudo se identifiquen los conceptos de ética y moral. Etimológicamente proviene del griego: carácter, y, según Aristóteles[1], éthos: costumbre; es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral. Si por moral hay que entender el conjunto de normas o costumbres (mores) que rigen la conducta de una persona para que pueda considerarse buena, la ética es la reflexión racional sobre qué se entiende por conducta buena y en qué se fundamentan los denominados juicios morales[2]. En resumen, la ética es a la moral lo que la teoría es a la práctica; la moral es un tipo de conducta, la ética es una reflexión filosófica. La ética puede ser autónoma (cuando contempla el sujeto de la moral como fuente y fundamento de toda moralidad) o heterónoma, si funda el sentido de lo moral en algo exterior al acto y al sujeto, y en tal caso será teológica si esa fundamentación es Dios, utilitarista si lo es la utilidad concreta de los actos para el individuo, eudomonista si lo es la felicidad de éste, hedonista si el fundamento sobre el que se apoya el juicio es el placer del sujeto, etc.

Derecho, facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establecen en nuestro favor y Derechos humanos, los que competen al hombre por el mero hecho de ser hombre, y que dimanan directamente, por tanto, de su propia naturaleza. Según el Preámbulo de la Declaración universal de los derechos humanos[3], es un conjunto de “derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Sobre estos derechos se formula la pregunta de si son derechos meramente “morales” o derechos propiamente “jurídicos”. Se trata de derechos declarados, pero carecen de la imposición jurídica positiva, que los convertiría en derechos en sentido estricto: son propiamente exigencias. Su vaguedad como derechos queda contrarrestada por la universalidad de su extensión y de su fundamento (A. Heller[4]): son propios de todo hombre por el mero hecho de ser individuo humano.

El otro, este término puede ser abordado desde tres perspectivas distintas:
1ª)- Desde el punto de vista de la relación con lo mismo como opuesto a lo otro. (Ver lo mismo y lo otro).
2ª)- Desde la perspectiva de lo otro, lo que nos conduce a la problemática general del no yo abordada especialmente por Fichte[5] (ver no yo).
3ª)- Desde la perspectiva de la alteridad, la noción de el otro se refiere a la existencia de un sujeto distinto de mi yo o -como dice Sartre- a la existencia de “un yo que no soy yo”.
Y esta constatación del otro plantea dos tipos de problemas:
a) El del conocimiento del otro yo, entendido no como objeto, sino como otro sujeto y,
b) El de la comunicación intersubjetiva, entre yo y el otro, tema complejo que ha conducido a algunos filósofos y psiquiatras a consideran las enfermedades mentales como enfermedades de la comunicación con el otro, lo que, en la medida en que involucra las relaciones sociales, muestra el carácter socialmente condicionante de las alteraciones psíquicas.
Acto seguido tratamos estos dos problemas:
· El problema del conocimiento del otro yo surge con la aparición del cogito cartesiano que abre el planteamiento de este problema, ya que, anteriormente, como lo ha mostrado Foucault[6], no podía haber sido formulado puesto que, en el pensamiento de la antigüedad, el hombre solamente es pensado como el locus de la articulación abstracta de la representación con el ser, y no aparece propiamente como sujeto pensado en la disyuntiva yo - los otros. En cambio, con el idealismo epistemológico de Descartes[7] surge este problema. Puesto que todo cuanto yo conozco se remite a mi mismo, cabe la posibilidad de caer en el solipsismo. Para evitarlo, Descartes apela a otra subjetividad, que no es la de otro yo como yo, sino una subjetividad infinita, Dios, que se revela en el cogito finito y que es garantía de la verdad de nuestras representaciones y de la existencia de un mundo exterior. Con este planteamiento, Descartes inicia inconscientemente el problema de la comprensión del otro, aunque su mismo planteamiento le cierra el camino, puesto que si sólo tengo conocimiento directo de mi mismo, ¿cómo encontrar en mi la existencia del otro, ya que toda conciencia que pueda conocer la conozco en mi conciencia? El otro es entendido como un dato objetivo en base a una analogía con mí mismo. “Si veo capas y sombreros semejantes a los que yo uso, juzgo que son hombres que pasan”, dice Descartes. En el planteamiento cartesiano se interpreta a los otros como cosas, como objetos, y se admite en ellos el carácter de sujetos sólo por analogía con respecto a mí mismo. El otro se entiende como un cuerpo-objeto, más un alter ego, un otro yo análogo al mío, y se juzgan sus acciones y reacciones por analogía con las de mi yo, de manera que sigue siendo mi yo el punto de vista solitario desde el que se contempla el mundo y los otros. (Este planteamiento se corresponde con la concepción mecanicista de Descartes, para quien el hombre es como una máquina (cuerpo extenso) habitado por el “fantasma de la máquina”).

El camino esbozado por Descartes conducía, pues, a un callejón sin salida. La salida vendría a partir del reconocimiento del papel del otro en la formación y constitución del propio yo, y en este sentido avanzaron las propuestas de Kant[8] y de Fichte. Ambos pensadores tratan fundamentalmente esta cuestión a partir de la noción de deber, de forma que la existencia del otro aparece como un postulado moral. Pero es Hege[9]l quien desarrolla la reflexión fundamental sobre este tema. Para Hegel, la existencia del otro aparece como una certeza originaria previa a todo razonamiento. El hecho primero no es la soledad del cogito, sino el conflicto de las autoconciencias, puesto que la relación de la conciencia de sí con otra autoconciencia es constitutiva de mi propia autoconciencia. Sólo en la relación con el otro se forma mi conciencia de sí. La autoconciencia no es la mera igualdad vacía del yo = yo, sino que supone el retorno al yo a partir del otro. Esta relación dialéctica se manifiesta en el deseo y en el enfrentamiento. El yo para devenir realmente autoconciencia necesita del reconocimiento del otro y enfrentarse a él. Esto es lo que analiza Hegel en la dialéctica del señor y el siervo, o del amo y el esclavo. De esta manera, según Hegel, el cogito ya está mediatizado por la relación con el otro. Con el “yo pienso” ya nos remitimos necesariamente al otro. Lo que para Descartes era punto de partida se revela como punto de llegada, y la intersubjetividad juega el papel fundamental. El yo es un yo porque ya es un nosotros. También Marx[10] señala la necesidad de entender la individualidad a partir de la relación con los otros, y critica las ficciones romántico-idealistas de un yo puro, o de un sujeto aislado. Un hombre completamente aislado no es ni puede llegar a ser un hombre, esto es mera ficción ideológica que, no obstante, impregna al pensamiento económico liberal. A partir de Hegel, la fenomenología y, posteriormente, el existencialismo y el personalismo siguen explorando los problemas suscitados por la relación entre el yo y el “yo que no soy yo”, dando lugar a una rica reflexión sobre la comunicación entre las conciencias. En este sentido son bien conocidas las reflexiones de Levinas[11] y de Sartre en “El ser y la nada”, y el papel de “la mirada” del otro que me reduce a objeto. Pensar el sujeto desde la mirada del otro que me considera como objeto es el centro de esta reflexión.

Límite, del latín limes, el punto final de una cosa o su acotación, según la clásica definición y clasificaciones de Aristóteles (Metafísica, V, 17, 1022a), “límite se dice en todos los sentidos en que se dice “principio”, y en más aún, ya que el principio es un tipo de límite, pero no todo límite es principio”. Extendiendo la clasificación aristotélica, la noción de límite puede entenderse de diversas maneras:
1º- como acotación de una cosa o su extremo,
2º- como acotación conceptual,
3º- como concepto matemático,
4º como concepto existencial.

En tanto que acotación de una cosa, el límite equivale: por una parte a su acotación física última y, por otra parte, en tanto que acotación de todo ente, equivale a determinación. a) Desde el primer punto de vista, el límite es lo que le hace coincidir con el término de un cuerpo que a la vez es el comienzo del siguiente. Aristóteles utilizó esta primera concepción del límite para referirse al punto y al instante como límites espaciales y temporales, respectivamente. Desde esta perspectiva podía abordar el problema del continuo y del cambio, y enfrentarse a las paradojas de Zenón, a la vez que elaboraba la noción de infinito. b) En cuanto determinación, la noción de lo limitado (BXD"H) e ilimitado (þB,4D@<) fue usada por Anaximandro, para quien el límite es la condición propia de todo ser determinado en tanto que procede de lo indeterminado o ilimitado þB,4D@< (ápeiron), que de esta manera pasa a ser considerado como el GDPZ (arkhé) del i`F:@H (cosmos). Interpretando el pensamiento de Anaximandro en sentido ontológico puede considerarse que el límite es condición esencial de todo ente, mientras que el ser sería lo indeterminado. Quizás por ello los pitagóricos pensaban toda la realidad a partir de la oposición entre el límite y lo ilimitado. O dicho a la manera de Spinoza[12]: omnia determinatio negatio est. De esta manera, el límite marca el punto extremo a partir del cual lo que es se conoce en relación negativa con lo que no es. El pensamiento de Hegel se vincula a esta interpretación ontológica del límite cuando afirma que el límite, considerado como la interna determinación que une algo con su contrario, a la vez que lo separa de él, contiene ya dentro de sí el momento dialéctico de la negación y, por tanto, no es infranqueable. Por otra parte, la teología negativa al considerar que de Dios nada podemos saber positivamente, también halla en la noción de límite como determinación una de sus fuentes de inspiración.

En la epistemología de los empiristas (Locke, Berkeley, Hume) se usó la noción de límite entendida en el sentido negativo de imposibilidad de acceder a determinados conocimientos, en especial, para señalar la imposibilidad de trascender la experiencia. Según ellos nuestro conocimiento está limitado por la experiencia, tanto en extensión (no podemos conocer nada que no provenga de la experiencia) como en certeza. También para Kant, el nóumeno aparece como un concepto-límite en tanto que limita el alcance del conocimiento sensorial. Por esta razón considera que su filosofía crítica es la ciencia de los límites de la razón. De esta manera, la noción de límite aparece como un concepto negativo que marca los límites del conocimiento.
Una de las acepciones aristotélicas de la noción de límite es la de forma de una magnitud o de algo que posee magnitud. Esta es la raíz de la noción matemática según la cual el límite es una magnitud fija a la que una variable tiende a acercarse indefinidamente sin llegar jamás a alcanzar. Por tanto, sigue teniendo el significado de aquello que nunca puede ser superado. Se atribuye a Newton el método de los límites para realizar el cálculo de fluxiones sin tener que recurrir a la noción de lo infinitamente pequeño que había utilizado Leibniz, aunque es d´Alembert quien realmente definió esta noción de límite que posteriormente perfeccionarían Cauchy y Weierstrass.

Ciertas filosofías existencialistas, como la de Jaspers, se han basado en la noción de situación-límite, que afectan la esencia misma de nuestra existencia y nos abren nuevas perspectivas de la existencia que hay en nosotros.

Posibilidad, una de las modalidades aléticas, o modalidades de la verdad, que incluye la verdad posible y la falsedad posible. Al igual que la necesidad y la imposibilidad se puede considerar desde tres perspectivas: lógica, empírica y técnica. La posibilidad lógica es la ausencia de contradicción: todo lo que puede ser pensado es posible, aunque no a la inversa. La posibilidad lógica se describe mediante enunciados contingentes, que podrán ser falsos o verdaderos, o verdades de hecho. La imposibilidad, a su vez, se define como lo que es en sí mismo contradictorio. La posibilidad en sentido ontológico equivale a contingencia y se opone a real o a necesario. Los contingentes son posibles, en especial los futuros contingentes. Para Kant, es un concepto a priori, o una de las categorías de la modalidad.

Persona, etimológicamente del latín persona, máscara de actor, carácter o personaje, luego persona, que corresponde al griego, prósopon, rostro, cara o persona. Individuo de la especie humana; hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite; todo ser individual o colectivo capaz de derechos y obligaciones. El ser humano en cuanto sujeto moral poseedor de conciencia y responsable de sus acciones. A la persona humana se la considera dotada, en una sociedad libre y democrática, de los principios de autonomía, inviolabilidad y dignidad. El término deriva de la máscara de actor (persona, derivado a su vez de personare, resonar) que identificaba el papel que le tocaba desempeñar en escena; los estoicos tardíos aplicaron el término al hombre, personaje movido por el destino, mientras que el derecho romano llamaba persona al sujeto de derechos, en oposición al esclavo y a las cosas. Su sentido filosófico proviene propiamente de las discusiones teológicas trinitarias y cristológicas del cristianismo primitivo, que deben precisar en qué sentido hay un sólo Dios en tres sujetos distintos o en qué sentido puede decirse que Dios se ha encarnado. Al concepto latino de persona y griego de prósopon, se añader el de ßB`FJ"F4H, hypóstasis, o sujeto subsistente en una naturaleza. El concilio de Nicea (325) sostuvo que en Cristo hay dos naturalezas (humana y divina) pero una sola persona divina subsistente, y en la Trinidad, una sola naturaleza (divina) y tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). El término griego de hipóstasis (sustrato, subsistencia o supuesto) se tradujo al latín por suppositum, pero los latinos continuaron aplicando el término persona, dado que suppositum significaba tanto “subsistencia”, esto es, sujeto, como “esencia”, esto es, naturaleza, indefinición o ambigüedad que llevaba a herejías (ver encarnación). Boecio, introductor de términos filosóficos y teológicos al latín de la Escolástica, formuló la primera definición formal de persona: “Persona es la sustancia individual de la naturaleza racional”. A esta definición se añade otra igualmente clásica, de Ricardo de Saint Victor[13]: intellectualis naturae incommunicabilis existentia [existencia incomunicable de la naturaleza intelectual] (De Trinitate, IV, 22, 24). Ambas definiciones destacan principalmente, junto con la naturaleza racional, el carácter de individuo y la autonomía de aquello que llamamos persona. Con el racionalismo y el empirismo se introduce en su concepto el de yo o conciencia, sobre todo de la mano de los análisis de Locke sobre el concepto de identidad personal o conciencia de la propia identidad a lo largo del tiempo. Kant pone de relieve, a la vez que la racionalidad, la moralidad de la persona, e insiste en su autonomía, su libertad y su dignidad, y su pertenencia al “reino de los fines”, donde cada ser racional es siempre sujeto y nunca objeto de fines.

Debe distinguirse la noción moral -o metafisica, con la variante jurídica- de persona de la noción meramente psicológica. Aquélla es la entidad individual y subsistente por sí misma (per se una, decían algunos escolásticos) y ésta sólo es la conciencia de la propia identidad. La psicología experimental ha introducido, además, la noción de personalidad psicológica, que se refiere a las características psíquicas de un individuo. La noción moral o metafísica ha sido objeto preferente de estudio en la filosofía contemporánea, por parte de corrientes tan dispares como el marxismo, el psicoanálisis, el existencialismo, el estructuralismo y, muy en concreto, el personalismo.

POSTURAS ANTE LA TESIS.

Ø En contra:
A continuación se exponen algunos argumentos en contra de la visión ética que se trata en esta tesis.
Hobbes[14], fundamentó la reflexión sobre la moral en el egoísmo individual.
Spinoza, que sostiene la tesis del determinismo del deseo o “cupiditas”.
Estas y algunas otras directrices llenaron el pensamiento ético occidental hasta Kant y el idealismo alemán, que representan el predominio de unos planteamientos éticos basados en la autonomía del sujeto.
A Nietzsche corresponde el comienzo de una perspectiva ética dominada por la noción de valor, que habría de dar resultados en este campo y que encontró en Max Scheler un cultivador destacado y original.

En la época contemporánea, con la excepción de quienes niegan viabilidad al lenguaje ético en cuanto subjetivista e inverificable científicamente, el interés por la ética tiende a orientarse a una concepción individualista de lo moral, menos en el pensamiento marxista, que concibe la moral, y por tanto la reflexión ética, como funcionalmente subordinadas a la historicidad de la experiencia humana y al determinismo de las estructuras y los procesos socioeconómicos.
G. E. Moore es un buen ejemplo de lo que representa una teoría metaética. En Principia Ethica (1903), sostiene que el concepto de bueno, problema central de la ética, es indefinible, y que saber qué es bueno sólo es posible mediante una intuición. Pretender analizarlo, descomponiéndolo en propiedades o características, es confundirlo con un objeto de la naturaleza y cometer la falacia naturalista.

Alfred J. Ayer, el más radical de los emotivistas, sostener que algo es bueno, o afirmar un enunciado moral, carece de todo valor cognoscitivo y descriptivo, porque un enunciado de este género no puede ser ni verdadero ni falso, dado que se trata de pseudoenunciados y con ellos sólo se expresan los gustos morales personales y hasta el intento de dar una orden.
Charles L. Stevenson (1908-1978), filósofo de EEUU, desarrolla, en Ética y lenguaje (1945), partiendo de las ideas sobre el significado de C.K. Odgen e I.A. Richards (1923), la teoría sólo afirmada por Ayer. A diferencia de Ayer, sostiene que el método científico o empírico de verificación no es el adecuado para la ética.
Richard M. Hare, es el principal representante del prescriptivismo y su punto de vista es que lo moral es aquello que se presenta como un “mandato universalizable”, esto es, un enunciado ético es un juicio prescriptivo, que puede ser un imperativo, una norma o un juicio de valor, o valoración.

G.J. Warnock, Philippa Foot y Peter Geach. representantes del descriptivismo, teoría metaética que critica al prescriptivismo, sostiene que lo moral no se identifica forzosamente ni con lo prescriptivo ni con lo universal, sino que es simplemente lo regulado con normas por ser algo que se considera vitalmente importante, o fuente de conflictos internos o causa de conflictos externos o para que un enunciado sea moral, ha de ser obligadamente prescriptivo o valorativo. Según Ph. Foot, hay palabras valorativas, como “grosero” y “valiente” que se aplican con criterios fácticos, y, según P. Geach, los criterios por los que algo se llama “bueno” dependen de cualidades naturales, equiparando enunciados como “un buen reloj” y “un buen hombre”.
Según J. Bentham, se considera sólo la cantidad del bienestar como criterio de moralidad, en la primera maximización del bien. El utilitarismo, oponiéndose al carácter formal y rigorista de la ética kantiana, se sistematiza en torno a la finalidad de las acciones humanas y la valoración de sus consecuencias. Es, por tanto, una ética finalista o consecuencialista. La finalidad la define como utilidad, y ésta, como “el mayor bien para el mayor número posible de personas”, para lo que es necesario, mediante el cálculo utilitarista valorar la cantidad de placer y de dolor, de felicidad e infelicidad, de satisfacción e insatisfacción.

Con J. Stuart Mill se introduce la distinción entre cantidad y cualidad de bienestar y se afirma que sólo el individuo es plenamente responsable de los criterios que utiliza.

La teoría de la justicia propuesta por J. Rawls, en épocas recientes, que se inspira abiertamente en Kant y en las doctrinas contractualistas, aquellas que proponen que los principios éticos son de libre convención, y que pretende superar los inconvenientes del utilitarismo, aunque se refiera directamente a la fundamentación de la sociedad, puede aplicarse también a la ética. Para decidir en situaciones conflictivas sobre cuestiones de libertad, igualdad de oportunidades, renta, riqueza, etc., puede recurrirse al principio que denomina del maximin: maximizar las exigencias de los individuos socialmente más débiles.


Ø A favor:
El advenimiento del cristianismo supuso la difusión de una concepción teológica impregnada de elementos griegos, que dominó el panorama de la filosofía moral hasta el Renacimiento, época en que, además de revivir las teorías clásicas, surgieron otras formas nuevas de ética, basadas en una reflexión más antropocéntrica que las precedentes.
Desde la aparición del cristianismo, pasando por la edad media, donde se consiguen a granel defensores de la teoría; y luego por la edad moderna, donde comienza a desvirtuarse el concepto del otro por el de individualismo, encontramos al filósofo alemán Inmanuel Kant, quien procura una unión casi imposible entre lo concebible y lo inconcebible, entre la razón pura o teórica y la razón práctica o moral. Kant basa su ética en el cumplimiento del deber por el deber, dando paso así a la deontología[15].

Ejemplo claro de ética deontológica es la moral formal de Kant; de ética teleológica lo es el eudemonismo de Aristóteles. La ética griega de orientación teleológica comienza con Sócrates, fundador de la investigación ética por medio del diálogo y la búsqueda de definiciones y quien, con su “arte de partear” saca a la luz los conceptos fundamentales de la ética, pero alcanza su punto álgido con la ética de Aristóteles. De ahí que la ética griega -la de Sócrates, Platón y Aristóteles, fundamentalmente- sea una moral de virtudes (éticas y dianoéticas[16]). La ética kantiana es el modelo de las teorías deontológicas. Se estructura en torno al principio de actuar conforme al deber, que la conciencia humana -la razón práctica- se impone a sí misma mediante el imperativo categórico: “obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal”.

DESARROLLO DE LA ARGUMENTACIÓN PARA SOSTENER LA TESIS
Para este trabajo, la ética es de los derechos humanos y no del hombre, o sea, reflexionar sobre los derechos humanos y sus actos y cómo éstos repercuten en el ser humano; de igual forma, se enmarca en la ética cristiana como fundamento, por ello se asocia mucho con los planteamientos morales de Kant que sustentan la moral religiosa y no al revés. Luego hay que esclarecer límite del otro, no como cerco, sino como frontera, a la que no se le permite trasgredir.

Se debe también dejar claro que la posibilidad viene dada por lo que podamos hacer solos o juntos (yo y el otro) para su bien, el mío y el de ambos, como personas que buscan un desarrollo.
Analizando superficialmente el título de esta tesis se encuentran ideas interesantes. En primer lugar, los derechos humanos son las condiciones que se han planteado las naciones para civilizadas para mantener un clima de concordia y fraternidad en las relaciones cotidianas. En segundo lugar, como la ética es la reflexión de las conductas morales y éstas a su vez son la base de la actuación humana, la ética de los derechos humanos entonces vendría a ser la reflexión moral sobre las relaciones humanas en un ámbito de paz y armonía. En tercer lugar, el otro es la persona ajena a mí pero que está conmigo, está presente en mí apenas aparece. Como cuarto punto, el límite, que también es definido como frontera y que para efectos investigativos se adapta mejor al trabajo: ¿hasta dónde llego yo y dónde comienzas tú? Esa condición de frontera, más que de límite, presenta un problema: ¿puedo hacerte algo que no me afecte? Pongamos un ejemplo territorial. Entre Venezuela y Colombia o Brasil hay fronteras, pero entre Venezuela y Alemania, Chile, Rusia, Uganda, India, etc., no hay fronteras. Ellos están demasiado separados para que algo que ocurra allá afecte a Venezuela. Ahora bien, cuando Colombia fumigó con productos fosfatados las siembras de coca en la frontera con Ecuador, hubo un reclamo por parte del presidente de esa nación a Colombia, debido a los efectos sobre la biodiversidad y la población ecuatoriana.

Las fronteras son líneas muy delgadas que no debemos atravesar, so pena de herirnos nosotros mismos. De esta forma la frontera entre yo y el otro, también se constituye en una delgada línea, si se quiere de cristal, la cual puede ser violentada o rota con cualquier brusquedad.
En quinto y último lugar, se encuentra la posibilidad del desarrollo como persona; no puedo hacer uso del otro para mi propio desarrollo, como si se tratara de un bastón, un bordón o un trampolín, al que puedo utilizar libremente para alcanzar una determinada meta. Se entiende entonces que se trata de mí desarrollo como persona y no del desarrollo del otro.
¿Cómo puede el otro ser escalón para mis pretensiones? ¿Quién soy para aprovecharme de otro, aún cuando busque mi propio desarrollo?

Conclusión.


Bibliografía
AA.VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
ALBORNOZ, J., Ética para jóvenes, Vadell hermanos, Caracas 2008.
BALLESTEROS, J., Valor, razón y subjetividad en Joseph de Finance, Universidad Católica de Santa Fe, tomado el 15MAY09 de la página de Internet: http://cablemodem.fibertel.com.ar/sta/xxvii/files/Miercoles/BALLESTEROS_02.pdf
CORTÉS, J., Y MARTÍNEZ, A., Diccionario de filosofía en CD-ROM, Herder, Barcelona 1996.
DA COSTA G. P., La crisis de los valores morales del cristianismo o la muerte de Dios y del alma humana, Trípode, Caracas 1989.
MARÍAS, J., La filosofía en sus textos II, 2da edición, Labor, Barcelona 1963
SAVATER, F., Ética para Amador, Ariel, Barcelona 2000.
CITAS
[1] Aristóteles (h. -384 a -322). Filósofo griego, nacido en Estagira (Macedonia), llamado por ello el Estagirita. En la ética indaga Aristóteles por el bien humano; éste consiste en el ejercicio de las facultades específicamente humanas, que pueden concretarse en dos tipos de actividades: 1) subordinación de lo sensible (tendencias y apetitos) a lo racional (normas); 2) la búsqueda y contemplación de la verdad mediante el uso de la razón. El ideal de una vida feliz se condensa en la contemplación (participación del sabio en la actividad del pensamiento puro, en la vida divina). AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[2] Morales, puesto que forman parte de la vida humana concreta y tienen su fundamento en las costumbres, son muchas y variadas (la cristiana, la musulmana, la moral de los indios hopi, etc.) y se aceptan tal como son, mientras que la ética, que se apoya en un análisis racional de la conducta moral, tiende a cierta universalidad de conceptos y principios y, aunque admita diversidad de sistemas éticos, o maneras concretas de reflexionar sobre la moral, exige su fundamentación y admite su crítica, igual como han de fundamentarse y pueden criticarse las opiniones.
[3] Esta Declaración universal (que se compone de 30 artículos), aprobada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea general de las Naciones Unidas, es el producto final de una idea común sobre la igualdad jurídica fundamental entre todos los hombres, que tiene sus inmediatos antecedentes en las declaraciones del Virginia Bill of Rights, de 1776, en EE.UU., tras la guerra de la independencia, y la Déclaration des droits de l´homme et du citoyen, en 1789, por la Asamblea Nacional Francesa, y un conjunto de ideas sobre los derechos humanos inmediatamente procedentes de la Ilustración, pero que arrancan del deseo de seguridad ante el Estado expresado en las primeras teorías políticas del empirismo inglés. Con la aparición de las democracias modernas se consiguen, primero, los derechos políticos, luego los económicos y sociales, y finalmente aquellos que reafirman el derecho del individuo, de los grupos de individuos, o de los pueblos, a afirmar las propias diferencias de sexo, etnia, especificidad cultural, etc.
[4] Heller, Agnes HIST. Socióloga y filósofa húngara contemporánea. Nació en Budapest en 1929. Se formó filosóficamente en el círculo de Budapest como discípula de G. Lukács, del que después fue su asistente en la universidad hasta que ambos fueron expulsados de ésta, en 1958, por discrepancias con la política y la ideología soviética. Durante esta época mantuvo contactos filosóficos con el grupo de Ernst Bloch. A partir de 1963 fue investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociológicas de Budapest, del que también fue expulsada por firmar un manifiesto en contra de la ocupación soviética de Checoslovaquia en 1968. Su principal actividad se centró en el estudio sociológico de la vida cotidiana, el estudio de la libertad, el estudio de una teoría de los valores, y en la elaboración de una antropología de inspiración marxista. En 1973, a partir de la “condena oficial” de sus concepciones filosóficas por parte de las autoridades húngaras, emigró a Australia, donde fue profesora en Adelaida. Durante esta época siguió interesándose especialmente por la antropología filosófica y prosiguió sus estudios sobre la vida cotidiana y la teoría de las necesidades. Dichas reflexiones entran en relación crítica con las tesis de los exponentes de la escuela francfortiana, especialmente con Habermas, pero también con K.O. Apel. Actualmente es profesora en la cátedra Hannah Arendt de la New School Social Research de Nueva York, donde sigue sus investigaciones centradas en la razón práctica y la reflexión ética, en diálogo crítico con las tesis de Rorty y de Rawls. CORTÉS, J., y MARTÍNEZ, A., Diccionario de filosofía en CD-ROM, Herder, Barcelona 1996.
[5] Fichte, Johann Gottlieb (1762-1814). Filósofo alemán. Profesor en Jena (1794-99), Erlangen (1805) y Berlín (1809-14). Su pensamiento deriva de Kant y conduce a Hegel. Se le considera un idealista subjetivo por haber elaborado un sistema en el que la dicotomía sujeto-objeto de la obra kantiana se reduce a uno solo de sus términos: el sujeto, el Yo absoluto que, en su dinamismo, pone a priori el yo y el no-yo ante Él. Lo que parece dado, puesto que está en el campo de la experiencia del Yo, tiene su realidad en Él y sólo por Él, que con su actividad libre lo ha construido aprióricamente. Este despliegue del Yo viene explicado en Fichte por la fórmula yo=yo, de la que se dice que no es una mera tautología, sino que la llena de contenido material, ya que al compararse el segundo miembro con el primero, muestra su existencia ante él. De la negación de la diversidad de actividades de este segundo yo surge el no-yo. Así, por una parte, el sujeto del conocimiento, de la ciencia, aspirará a la intuición intelectual del absoluto, y, por otra, el sujeto de la práctica, el sujeto ético, aspirará a eliminar por completo la limitación que cualquier situación oponga a la afirmación absoluta del yo. En esta lucha estriba la dignidad del hombre. En sus doctrinas sociales y políticas se mezclan las concepciones liberales, nacionalistas y socialistas. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[6] Foucault, Michel (1926-1984). Filósofo francés. Profesor en el centro universitario de Vincennes. Vinculado a la corriente del estructuralismo, se distinguió por sus posiciones radicales contrarias al humanismo tradicional y a la concepción dialéctica de la historia. Su esfuerzo teórico se centró en la elaboración de una “arqueología del saber”, que opone los determinismos profundos que en cada momento definen el horizonte histórico-cultural a la idea de una razón en constante progreso. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[7] Descartes, René (1596-1650). Filósofo y matemático francés. Fue educado en el colegio de jesuitas de La Flèche (1606-14). Descartes establece una distinción entre pensamiento y materia, entre res cogitans y res extensa, y este dualismo le plantea el famoso problema de la comunicación de las sustancias, que encuentra intentos de solución en Malebranche (ocasionalismo) y en Spinoza y Leibniz. Sin embargo, el dualismo metafísico cartesiano se complica a la luz de su definición de sustancia: «Una cosa que existe de manera que no tiene necesidad sino de sí para existir», con lo que, propiamente, sólo Dios es sustancia y los cuerpos y espíritus se transforman en sustancias relativas. Los problemas de la comunicación de las sustancias conducen a Descartes a la psicología y la física. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[8] Kant, Immanuel (1724-1804). Filósofo alemán. Recibió, en especial de su madre, la influencia del pietismo. Más tarde, en su etapa universitaria, se vio influido por Martin Knutzen, quien, en sus explicaciones, combinaba el pensamiento de Leibniz con la «filosofía experimental»newtoniana. En 1770 fue nombrado profesor ordinario de lógica y metafísica de la Universidad de Königsberg. Se puede considerar su filosofía como una «evolución continua» que parte del racionalismo de Wolff y asimila influencias empiristas, la de Hume especialmente. Se han señalado tres períodos en la filosofía kantiana: el período llamado precrítico (1747-70), el período crítico (1772-90) y el período comprendido entre 1796 y 1803. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[9] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1770-1831). Filósofo alemán. Estudió teología, filosofía y humanidades en el Stift, seminario protestante de Tubinga (1788-93), donde coincidió con Hölderlin y Schelling. Fue Privatdozent en Berna (1794-97) y en Frankfurt (1798-1800). En 1801 pasó a la Universidad de Jena, también como Privatdozent, y en 1805 fue nombrado profesor extraordinario de la misma. De 1809 a 1816 fue director del Gymnasium de Nuremberg. Profesor de la Universidad de Heidelberg desde 1816 hasta 1818 y de la de Berlín hasta su muerte. Su sistema, que se caracteriza por un racionalismo absoluto, es uno de los más complejos y ambiciosos de la historia de la filosofía. La piedra angular de su pensamiento es el concepto de dialéctica, en la que ve el método para alcanzar el conocimiento, y éste aparece en su pensamiento como un proceso histórico que tiende al absoluto, que se identifica con el Ser real y verdadero. Por ello, la dialéctica, además de método heurístico, es el proceso de despliegue de ese Ser absoluto. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[10] Marx, Karl (1818-1883). Filósofo, economista y político alemán, creador del socialismo científico. Estudió derecho en la Universidad de Bonn (1835-36), y derecho, filosofía e historia en la Universidad de Berlín (1836-41), doctorándose en Jena (1841) con la tesis titulada Differenz der demokritischen und epikureischen Naturphilosophie, en la que se inclina por el materialismo no rigurosamente determinista de Epicuro. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[11] Levinas, Emmanuel (1906 - 1995) HIST. Filósofo francés de origen judío lituano (nació en Kovno en 1906). Desde su infancia recibió muchas influencias de la tradición hebraica y de la Biblia. Su familia emigró a Ucrania en 1914, donde pasó su juventud hasta que en 1923 marchó a Francia. Estudió filosofía en Estrasburgo, donde trabó amistad con Maurice Blanchot. Después de ampliar estudios en Friburgo en 1928-1929 (donde estudió con Husserl y Heidegger), se trasladó a París, y frecuentó los círculos de Jean Wahl y Gabriel Marcel. CORTÉS, J., y MARTÍNEZ, A., Diccionario de filosofía en CD-ROM, Herder, Barcelona 1996.
[12] Spinoza, Baruch (1632-1677). Filósofo holandés de origen judío. La realidad es, para Spinoza, la sustancia, a la que define como lo que existe por sí mismo y cuyo concepto no necesita, por tanto, de otro concepto para ser comprendido. Se trata de un monismo ontológico absoluto: la sustancia es Dios o la Naturaleza (Deus sive Natura) manifestada activamente (naturans) o pasivamente (naturata), cuyos atributos son infinitos y se concretan en forma de modos. El hombre, como cuerpo y alma, conoce dos de estos atributos (los cartesianos de extensión y pensamiento). La auténtica comprensión de esta realidad estriba en captar la unidad de este todo por un proceso en el que la ordenación de las ideas coincida con el orden de las cosas extensas. En último término, se trata de alcanzar un saber de salvación en el que, a partir de ideas inadecuadas, se pase a ideas claras (racionalmente enlazadas) para llegar a la intuición (amor Dei Intellectualis) de la unidad total, en la que toda parcialidad es superada, alcanzando así la libertad absoluta como comprensión total de la absoluta necesidad y determinación de todo el proceso. Para ello, el Estado debe proteger a los individuos de la injusticia según los dictados racionales y practicar la tolerancia para que la libertad quede garantizada. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[13] Ricardo (fallecido en torno al 1271), Canónigo Regular de la Abadía de san Víctor de París, británico de origen, constituye una de las cumbres teológicas del siglo XII. Son famosos sus trabajos de espiritualidad, pero sobre todo es famoso e importante su libro sistemático sobre Dios, titulado sin más De Trinitate. Éste es uno de los más profundos e influyentes libros de teología trinitaria de la cristiandad; significativamente ha surgido en el lugar donde se cruzan y fecundan la antigua teología de los Padres y la nueva escolástica, la contemplación monarcal y el racionalismo de los nuevos tiempos. El Dios cristiano viene a desvelarse aquí como misterio de amor, encuentro personal fundante donde el Padre, Hijo y Espíritu dan, reciben y comparten sus personas en gesto de absoluta gratuidad. Dos son a nuestro juicio sus temas principales: el sentido del amor y el valor de las personas. http://www.mercaba.org/DIOS%20CRISTIANO/R/ricardo_de_san_victor.htm, página de Internet de la que fue tomado este artículo el 2221:00MAY09.
[14] Hobbes, Thomas (1588-1679). Filósofo inglés. Educado en Oxford, amigo y admirador de Bacon, se distinguió por una sólida formación humanística y por su gran erudición científica. Su filosofía, un materialismo atomista, sentó las bases del empirismo británico por la importancia que da a la experiencia, por más que su concepto de conocimiento científico lo sitúe en el marco del racionalismo cartesiano. Es importante su teoría nominalista del lenguaje, pero la parte más influyente y conocida de su sistema es la teoría política gestada en la confusa situación de su país (Revolución inglesa). Para Hobbes, la característica dominante en el hombre es el instinto de conservación. Por él, al ser todos los hombres iguales y tener unas mismas apetencias, cada hombre entra en conflicto con todos los demás al establecer los límites de lo que le es propio, y la solución será que los hombres establezcan racionalmente un contrato, negándose la satisfacción total de este instinto a cambio de una convivencia satisfactoria; el depositario de todo aquello a lo que los hombres han renunciado es el Estado, que se concibe como una monarquía absoluta y totalitaria. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[15] Deontología: f. Ciencia o tratado de los deberes. AA. VV., Enciclopedia textual permanente, Salvat, Madrid 1999.
[16] Dianoético GEN. El término griego *4"<@0J4i`H, derivado de *4V<@4" (diánoia o conocimiento discursivo) designa lo que es intelectual. En la actualidad, este término se utiliza especialmente para referirse a aquellas virtudes (las virtudes dianoéticas) que, según Aristóteles, se refieren a la parte intelectual o pensante del alma (Ética a Nicómaco, 1139 b). Aristóteles distingue cinco virtudes dianoéticas: arte (tekhné), ciencia (epistéme), prudencia (phrónesis), sabiduría (sophía) y entendimiento (nous). Se distinguen de las virtudes éticas, que son aquellas que pertenecen al alma, pero que, incluso sin concurso de la razón, pueden obedecerla (Ética a Nicómaco, 1102 b). CORTÉS, J., y MARTÍNEZ, A., Diccionario de filosofía en CD-ROM, Herder, Barcelona 1996.

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